martes, 24 de julio de 2007
CLARIDAD
Por la mierda qué imprecisa claridad.
La maldición más reiterada pero con otras palabras.
Porque siempre han vilipendiado a las palabras, desnudas y mordidas en Ciudad Juárez,
malditas por tener la capacidad de esconderse hacia adentro.
Esa virtud atemoriza como cuando se mira una cicatriz estirándose hasta que se abre
y en esa abertura, abrupta como una sentencia
se descorre la magia, se ensucia la pureza de la que nos hablaron tanto
y la claridad tiene entonces su nitidez rota, hecha polvo, un polvo esparcido que vuela
y se mete en las narices y en los poros y abraza las pelusas del ombligo,
haciéndose, en suma, parte de uno. La claridad, la difusa blancura,
la inexistente pureza a la que han bautizado con nombres tan bellos.
Libertad, qué profunda altanería, qué perfecta humanidad.
Santidad, anacrónico pesar, sufrimiento que de tanta tortura pareció ser celestial.
Las palabras, manoseadas por todo hablante, con las que cada poeta ha jugado sin juicio,
dan la impresión de ser inútiles en ciertos momentos
cuando sus melenas barrocas ya no cubren todas las curvas de las vertiginosas sensaciones
y se van perdiendo, como la saliva después de derrochar tantos besos
en una sola persona, aunque hayan recorrido carreteras de espaldas, y se hayan
metido en los primeros anillos de las aberturas veniales.
Parece haber claridad en los túneles, en el fondo de los ríos caudalosos,
en los epicentros de los terremotos más destructores,
incluso en el interior de las bombas. Sin embargo en todo acto,
en cada idea, objeto y cuerpo, una vez que se divisa el reflejo
-porque esa claridad atávica no es más que un espejo hecho a la medida del rostro que observa-
los átomos y todas sus divisiones infinitas se deshacen al ritmo de lejanas mornas
iniciando una danza precoz, una danza que se ve una sola vez
y se disparan luego hacia todos los cielos, siguiendo el curso de todos los vientos.
(Julio de 2007)
La maldición más reiterada pero con otras palabras.
Porque siempre han vilipendiado a las palabras, desnudas y mordidas en Ciudad Juárez,
malditas por tener la capacidad de esconderse hacia adentro.
Esa virtud atemoriza como cuando se mira una cicatriz estirándose hasta que se abre
y en esa abertura, abrupta como una sentencia
se descorre la magia, se ensucia la pureza de la que nos hablaron tanto
y la claridad tiene entonces su nitidez rota, hecha polvo, un polvo esparcido que vuela
y se mete en las narices y en los poros y abraza las pelusas del ombligo,
haciéndose, en suma, parte de uno. La claridad, la difusa blancura,
la inexistente pureza a la que han bautizado con nombres tan bellos.
Libertad, qué profunda altanería, qué perfecta humanidad.
Santidad, anacrónico pesar, sufrimiento que de tanta tortura pareció ser celestial.
Las palabras, manoseadas por todo hablante, con las que cada poeta ha jugado sin juicio,
dan la impresión de ser inútiles en ciertos momentos
cuando sus melenas barrocas ya no cubren todas las curvas de las vertiginosas sensaciones
y se van perdiendo, como la saliva después de derrochar tantos besos
en una sola persona, aunque hayan recorrido carreteras de espaldas, y se hayan
metido en los primeros anillos de las aberturas veniales.
Parece haber claridad en los túneles, en el fondo de los ríos caudalosos,
en los epicentros de los terremotos más destructores,
incluso en el interior de las bombas. Sin embargo en todo acto,
en cada idea, objeto y cuerpo, una vez que se divisa el reflejo
-porque esa claridad atávica no es más que un espejo hecho a la medida del rostro que observa-
los átomos y todas sus divisiones infinitas se deshacen al ritmo de lejanas mornas
iniciando una danza precoz, una danza que se ve una sola vez
y se disparan luego hacia todos los cielos, siguiendo el curso de todos los vientos.
(Julio de 2007)
sábado, 21 de julio de 2007
ELEGÍA PARA ESCILDA PARADA
Poema esdrújulo: íntimo, anacrónico, rítmico y métrico
Es así para todos, nadie escapa,
en esto no hay ni habrá distinciones;
terminamos dentro, como al inicio.
Acaban las efímeras pasiones.
Pero ahora todo da igual, termina.
Seremos engullidos con sermones.
De esta vez y adelante, para siempre
quedarán carcomidos en neones
de lagrimales, hijos inmutables
derramando la sangre de emociones
con todo el culpable amor esparcido.
¡Ya viene!, viene atando corazones
envuelto en gris opaco, viene bravo
viene lúcido. Se oyen explosiones:
son sus pasos sobre la luz brillante
apagándose sin contemplaciones.
El beso final, la eterna partida,
las flores que evocan tantas canciones,
y la furia veloz de la existencia
los sacamos de esta piedra que pones.
(Julio de 2004 - Agosto de 2005)
jueves, 12 de julio de 2007
NAUFRAGIO
En la bahía de cemento, entre las grietas musgosas de los parques,
se enfilan los deseos que nunca van a encallar.
Son los más desposeídos, los pobres deseos del mundo. Paupérrimos
que de vez en cuando, en algún sueño, en alguna pesadilla a medio despertar
irrumpen como suicidas saltando hacia la garganta de dos altas montañas.
Son desnudos, el reflejo de las acciones cotidianas pero ensuciadas,
embarradas, vestidas de hongos y jugos gástricos regurgitados,
como un mono de nieve negra, de nieve descastada, de nieve hirsuta.
Se dan vueltas y circunnavegan la cintura de las cabezas humanas
que desde hacia afuera de los parietales
forman vertederos de deseos amordazados.
(Julio de 2007)
se enfilan los deseos que nunca van a encallar.
Son los más desposeídos, los pobres deseos del mundo. Paupérrimos
que de vez en cuando, en algún sueño, en alguna pesadilla a medio despertar
irrumpen como suicidas saltando hacia la garganta de dos altas montañas.
Son desnudos, el reflejo de las acciones cotidianas pero ensuciadas,
embarradas, vestidas de hongos y jugos gástricos regurgitados,
como un mono de nieve negra, de nieve descastada, de nieve hirsuta.
Se dan vueltas y circunnavegan la cintura de las cabezas humanas
que desde hacia afuera de los parietales
forman vertederos de deseos amordazados.
(Julio de 2007)
domingo, 8 de julio de 2007
EL ARCO
Ante él, las autopistas concesionadas
tienen sus líneas rayadas con tiza
para recibir al que pase.
Enfrente de él, los escolares se visten de blanco, azul y rojo,
de luto al piso, y se van a los parques
a caminar subiendo, a caminar bajando.
La velocidad larga que refleja,
similar al vértigo del recién nacido,
larga como las plumas en el culo de una vedette rechazada,
larga lonja de cristal, luz en movimiento.
Su velocidad se parece a una muela
cariada, infeliz,
dormida.
Un vaivén cuya gravedad no sé explicar.
De argón, de neón,
las luces prostibularias, las luces de su contorno:
pantallas dentro de las que se mueven los pasos,
dentro de las que hay que aferrarse a una esquina.
Pantallas que se apagan y se ensucian,
divididas en cuadros,
en diagonales, con calles con número, con fecha de fundación,
pantallas como una ciudad.
Arco iris.
Arco triunfal pero no del triunfo,
no hay triunfos para los que suben y bajan,
a menos que sean niños en el balancín,
a menos que los que tienen la cabeza alta
repartan los podios a los sindicatos y se castren entre sí.
Ante la magna visión, los jubilados desempacan el hippismo,
ríen la gratitud nocturna del destiempo.
Ríen por haberse metido en la cama incorrecta.
Una fila de hormigas camina en dirección del arco iris.
Los ciudadanos, febriles y desnudos, se dejan caer
lentamente, uno tras otro, con el peso del humo,
sobre las hormigas,
solamente para subir y bajar por las luces ficticias.
(Julio de 2007)
tienen sus líneas rayadas con tiza
para recibir al que pase.
Enfrente de él, los escolares se visten de blanco, azul y rojo,
de luto al piso, y se van a los parques
a caminar subiendo, a caminar bajando.
La velocidad larga que refleja,
similar al vértigo del recién nacido,
larga como las plumas en el culo de una vedette rechazada,
larga lonja de cristal, luz en movimiento.
Su velocidad se parece a una muela
cariada, infeliz,
dormida.
Un vaivén cuya gravedad no sé explicar.
De argón, de neón,
las luces prostibularias, las luces de su contorno:
pantallas dentro de las que se mueven los pasos,
dentro de las que hay que aferrarse a una esquina.
Pantallas que se apagan y se ensucian,
divididas en cuadros,
en diagonales, con calles con número, con fecha de fundación,
pantallas como una ciudad.
Arco iris.
Arco triunfal pero no del triunfo,
no hay triunfos para los que suben y bajan,
a menos que sean niños en el balancín,
a menos que los que tienen la cabeza alta
repartan los podios a los sindicatos y se castren entre sí.
Ante la magna visión, los jubilados desempacan el hippismo,
ríen la gratitud nocturna del destiempo.
Ríen por haberse metido en la cama incorrecta.
Una fila de hormigas camina en dirección del arco iris.
Los ciudadanos, febriles y desnudos, se dejan caer
lentamente, uno tras otro, con el peso del humo,
sobre las hormigas,
solamente para subir y bajar por las luces ficticias.
(Julio de 2007)
martes, 3 de julio de 2007
MONÓLOGO DE JOSÉ A SU ESPOSA
Te tengo amor, Sofía en mi garganta.
Como una pastilla gruesa te quedaste ahí.
Te tragué religiosamente, con luz verde,
te metiste como un insecto fugaz,
como un obús floreado.
Por eso te quiero, amor, porque estás dentro,
porque aunque salgas a trabajar y te canses,
siempre regresas antes que yo.
Por eso te guardo amor, sagrada y fértil,
porque la comida recalentada siempre es más
sabrosa con la humedad de tus manos
dentro de mi garganta.
Yo sé que no te importa haber perdido la sombra
y que sólo puedas reflejarte
en los espejos rotos.
Pero tienes mi consuelo arduo, el consuelo
del bautizado,
de estar siempre alumbrada
con una lámpara de interrogatorio
que tú misma energizas con el dínamo desgastado.
Estás a salvo en mi garganta
y yo te hablo hacia adentro.
Espérame de nuevo, que ya llego.
Todas las noches me pido permiso
y me meto adentro de mi garganta, me sumerjo
y te beso, te abrazo,
te paso la lengua por tu garganta
para limpiarte toda la rabia.
Quédate balanceándote iluminada,
quédate tranquilita, mi amor.
Yo te salvaguardo y te protejo, por Majestad.
Te hablo, aunque sordomudo.
Tú sabes que afuera es feo todo y todo es sucio,
tú sabes que hay terremotos y que la tierra
se va a acabar. Espérame otra vez esta noche
para besarte, porque aunque grites
sabes que no puedes salir de acá.
(Julio de 2007)
Como una pastilla gruesa te quedaste ahí.
Te tragué religiosamente, con luz verde,
te metiste como un insecto fugaz,
como un obús floreado.
Por eso te quiero, amor, porque estás dentro,
porque aunque salgas a trabajar y te canses,
siempre regresas antes que yo.
Por eso te guardo amor, sagrada y fértil,
porque la comida recalentada siempre es más
sabrosa con la humedad de tus manos
dentro de mi garganta.
Yo sé que no te importa haber perdido la sombra
y que sólo puedas reflejarte
en los espejos rotos.
Pero tienes mi consuelo arduo, el consuelo
del bautizado,
de estar siempre alumbrada
con una lámpara de interrogatorio
que tú misma energizas con el dínamo desgastado.
Estás a salvo en mi garganta
y yo te hablo hacia adentro.
Espérame de nuevo, que ya llego.
Todas las noches me pido permiso
y me meto adentro de mi garganta, me sumerjo
y te beso, te abrazo,
te paso la lengua por tu garganta
para limpiarte toda la rabia.
Quédate balanceándote iluminada,
quédate tranquilita, mi amor.
Yo te salvaguardo y te protejo, por Majestad.
Te hablo, aunque sordomudo.
Tú sabes que afuera es feo todo y todo es sucio,
tú sabes que hay terremotos y que la tierra
se va a acabar. Espérame otra vez esta noche
para besarte, porque aunque grites
sabes que no puedes salir de acá.
(Julio de 2007)
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