sábado, 9 de enero de 2016

Y bien
tal parece que habitamos el epicentro
del horror voluntario y el mercadeo insomne
este pueblo maldito, tierra amarilla, mar sin peces
la especie desteñida en su movimiento autómata
el ocaso de la memoria estrujada
su quietud incordia
y emana
cenizas de sal quemada
pesadilla que al despertar el puñal es de goma
y frente a tu blusa abierta, la nada seca como el cielo frente a su espejo roto
los más demoledores camiones de carga portan el sino de las horas robadas
nuestra patria mermada de territorio y canto
despojada de su pálpito
extiende al doliente su última escena:
Violeta expulsa del museo a los militantes de un partido que fue comunista
a la chuchada justa y a las patadas en la raja y al llanto guacho
a coligüazo en la testa, los martirios históricos de la clase
melancolizada hasta el hambre
exangüe

Fueron padres los fundadores de nuestra pena
guardianes del abismo, sacerdotes de la vergüenza
de allí que levantamos el peso del mundo como ejercicio matinal
el pan sobre la mesa temprana es una piedra blanca que corona nuestra potestad
un faro de luna vierto sobre tu espalda
el bálsamo noble de que son capaces mis manos
cuando tu presente es un vagón de metro lleno de cabezas cortadas
y lloras nuestros machis encarcelados
el pantano al que fueron a parar los fantasmas que no nos comprendieron
la pezuña de lo que pudo haber sido

Yo quiero nacer niño en tu niñez errada
bajarme en la estación en que principia tu amargura
irte a buscar a la tienda donde tu madre compró el vestido de fiesta
y ajarlo en el manojo de nuestras manos festivas
como frazada sobre el valle de Las Trancas
o sobre el patio de mi casa
que sea aquella infancia nuestro hogar
las espinas de los cardos nuestra única penuria
y la tierra húmeda nuestro secreto manso
quiero dormirme un durazno entre tus labios
que es lo mismo que vivir tu cuerpo el tiempo entero

Pero tú conoces este signo
llevamos la muerte en la siniestra
el girasol de la tragedia empuñamos como brote
tenemos la rabia y el amor en todas nuestras cavidades
sabemos que el libro echa raíces mas no vuela
hace hombres a los hombres en su magna oquedad humana
sólo entonces, compañera, nos arropamos con el agua
nos vestimos de tigres en la noche del entusiasmo
y echamos a la mar nuestra musculatura ardiente
siendo lo que somos y lo que podemos ser
polvo y paja
dios y ajuar
gimnasio de los pobres
en la ribera del transcurrir, costa naranja y costra hembra,
nos despedimos de la sábana madre ¡poema libre!
volando a media altura con los pies entre las llamas


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