Las ovejas trasquiladas con podadoras
de césped, sangrando los errores ajenos,
gritan mudas como la niña de kindergarten,
cuando el hermanastro de su madre le quema el anito
a golpes bruscos con su tula ebria.
Los violoncellos azul púrpura lloran
escondidos detrás del telón majestuoso,
vilipendiados por las manos embarradas
que los atropellan obligadas, a punta de velas.
El saquito de té dietético suelta sus sobras
de suero paupérrimo, cansado de ser
estrujado e incendiado con agua potable.
Una y otra vez, un día cualquiera, hoy,
ayer y la semana que viene, siempre así,
engranajes de la época despiadada,
los perdedores de todas las guerras,
los locos tristes, los sin empresa y sin cariño,
adormecidos nos tocamos, avergonzados
con la palabra atrapada en las amígdalas,
con la certeza de nuestra razón prohibida.
(Marzo de 2006)
lunes, 30 de abril de 2007
sábado, 28 de abril de 2007
NOCTURNO
Sin arpegios, sin respiros, sin una gota de polen,
estás tú y estoy yo, y estamos todos los analfabetos del esperanto,
todos nos hemos quedado callados, siempre entre paréntesis,
hasta el viento tiene más fuerza, el viento trabaja desde hace cuánto tiempo,
desde hace cuánto tiempo el viento mueve los molinos,
levanta árboles y los bota, levanta el polvo y lo vuelve a botar.
Sin botones, sin chalecos, sin una palabra que decir estamos,
porque no sabemos hablar, somos hombre y somos mujer,
viejos todos, y recién nacidos estamos. Es amargo no tener toallas
y congelarse los ganglios al salir de la nieve, cuando salimos;
siempre de vez en cuando, siempre intentando renovar el sabor del vino,
siempre los que queremos hablar, tratamos de mirar al centro de los ojos,
yo quiero mirarte, eso quiero, poder hablar, hablarte, decir algo,
algo importante, no predicar ni lamentarme, sino levantar, como el viento,
levantarte a ti y después levantarme yo, para que cuando estemos todos de pie,
o incluso en el aire, podamos hablar y yo pueda decirte con los ojos cerrados
que te quiero bien hermana, que te aprecio tanto hermano,
que quiero ayunar una vez por semana para que otro pueda tener mis calcetines.
Pero entonces viene el viento, el otro viento, el que nos derriba,
y nos vuelve a dejar tirados en el suelo,
con las pupilas enrojecidas por los glóbulos reventados,
regando como aspersor las piedrecitas de arcilla con que se forman
las avalanchas fúnebres que cubrirán nuestros cuerpos y nuestra voz,
bajo el impenitente ocaso del viento padre.
(Abril de 2007)
estás tú y estoy yo, y estamos todos los analfabetos del esperanto,
todos nos hemos quedado callados, siempre entre paréntesis,
hasta el viento tiene más fuerza, el viento trabaja desde hace cuánto tiempo,
desde hace cuánto tiempo el viento mueve los molinos,
levanta árboles y los bota, levanta el polvo y lo vuelve a botar.
Sin botones, sin chalecos, sin una palabra que decir estamos,
porque no sabemos hablar, somos hombre y somos mujer,
viejos todos, y recién nacidos estamos. Es amargo no tener toallas
y congelarse los ganglios al salir de la nieve, cuando salimos;
siempre de vez en cuando, siempre intentando renovar el sabor del vino,
siempre los que queremos hablar, tratamos de mirar al centro de los ojos,
yo quiero mirarte, eso quiero, poder hablar, hablarte, decir algo,
algo importante, no predicar ni lamentarme, sino levantar, como el viento,
levantarte a ti y después levantarme yo, para que cuando estemos todos de pie,
o incluso en el aire, podamos hablar y yo pueda decirte con los ojos cerrados
que te quiero bien hermana, que te aprecio tanto hermano,
que quiero ayunar una vez por semana para que otro pueda tener mis calcetines.
Pero entonces viene el viento, el otro viento, el que nos derriba,
y nos vuelve a dejar tirados en el suelo,
con las pupilas enrojecidas por los glóbulos reventados,
regando como aspersor las piedrecitas de arcilla con que se forman
las avalanchas fúnebres que cubrirán nuestros cuerpos y nuestra voz,
bajo el impenitente ocaso del viento padre.
(Abril de 2007)
jueves, 26 de abril de 2007
SANTA MARÍA
Entremedio de las calles
ningún retorno es eterno
y desde ningún tiempo se puede regresar.
Entremedio de estas calles,
las mismas que, en suma son todas las calles,
no se pierde polvo alguno
porque en la desdicha cuadrada,
las hormigas y los niñitos
lamen el azúcar de todo el cemento,
incinerando acuosas sus mieles.
Entremedio de la gente,
de la misma que mastica sonriendo y fuma el tabaco,
ahí entremedio los llantos y las carcajadas, lejos
de los panes y de los peces,
se estrellan urbanizados,
implacables
encima de la gran espalda transpirada,
erguidos, sublimados, resignados,
se posan sobre el frío recto poder.
Como una ciudad, ella no tiene un rostro,
no tiene dos ojos, no una boca,
menos un tiempo agendado.
Se perdió en sus pasos y en sus tormentas,
se mezcló con los dulces parásitos de su estómago.
Hiedra madre, sin deriva y siempre abierta.
(Enero de 2007)
ningún retorno es eterno
y desde ningún tiempo se puede regresar.
Entremedio de estas calles,
las mismas que, en suma son todas las calles,
no se pierde polvo alguno
porque en la desdicha cuadrada,
las hormigas y los niñitos
lamen el azúcar de todo el cemento,
incinerando acuosas sus mieles.
Entremedio de la gente,
de la misma que mastica sonriendo y fuma el tabaco,
ahí entremedio los llantos y las carcajadas, lejos
de los panes y de los peces,
se estrellan urbanizados,
implacables
encima de la gran espalda transpirada,
erguidos, sublimados, resignados,
se posan sobre el frío recto poder.
Como una ciudad, ella no tiene un rostro,
no tiene dos ojos, no una boca,
menos un tiempo agendado.
Se perdió en sus pasos y en sus tormentas,
se mezcló con los dulces parásitos de su estómago.
Hiedra madre, sin deriva y siempre abierta.
(Enero de 2007)
domingo, 22 de abril de 2007
LA PARTIDA
Se desprende el óleo de la tela.
Diluido chorrea.
Yo desde lejos
lo miro
y nunca le alcanzo a decir adiós.
(Octubre de 2005)
Diluido chorrea.
Yo desde lejos
lo miro
y nunca le alcanzo a decir adiós.
(Octubre de 2005)
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