Intermitente salto entre pasos de cebra,
fuera de la moda casi a propósito,
busco caras conocidas, manzanas jugosas.
Veo escaleras en todas las esquinas,
son tan hondos los sombreros de los hombres
que me embriago de oscuridades familiares,
sin embargo nadie cabe dentro de los sombreros.
Siento fantasmas alrededor. Siento fantasmas.
Mi madre me dice que sólo creo sentirlos
porque no quiero estar solo, es sensata.
Mi madre me dice que me bañe, me despierta
y me sirve el desayuno. Es cotidiana.
A ella ya no le crecen las uñas hacia adentro,
ni manda a escribir memorandos sin fin.
Su cara no es reconocible afuera.
Aunque no lleva sombrero, tampoco saluda.
No hay nadie conocido en fin, nadie me saluda,
nadie saluda, por lo menos afuera de la casa,
los hombres ni siquiera se lavan los dientes.
Yo tampoco saludo a nadie pues no sé hacerlo.
A esta hora hay cambio de guardia en Palacio.
Venden bestias en el supermercado,
bestias venden vendas para la vista, bestiales.
Recuerdo que me enseñaron pocas cosas,
pero a saludar no. A bostezar sí,
pero a rezar no, a pelear no. Sí a dormir.
Me enseñaron sobre todo, la técnica
de vomitar adentro de la taza del baño.
Pero no sé ni tirar la cadena.
Por mientras, por mis partes, voy dando saltos
entre los cuadros rotos de la vereda,
buscando una cara conocida,
alguien que sepa, no digo saludarme,
al menos mirarme como si me saludara, fantasmal.
(Mayo de 2007)
martes, 15 de mayo de 2007
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3 comentarios:
Siempre hay una cara conocida, siempre hay un saludo en la esquina. De pronto te quedas viendo a alguna chiquilla o chiquillo y te sonríen con los ojos.
El problema es que de pronto bajamos demasiado la mirada y las hormigas son muy pequeñas como para darte cuenta si te saludan o no. O peor es cuando tienes a quien saludar todos los días, pero no vas nunca a darle un beso en la mejilla.
Saludos.
Y podrías agrandar la letra, mira que está muy chica.
Me encanta la palabra intermitente.
Adios
Esa técnica a veces la olvido, las mismas veces que olvido hasta como se ve con los ojos, o se respira, menos recuerdo la caballerosidad u otras yerbas similares.
Duele más que la cresta (así mismo, sin metáforas) intentar encontrar las caras que se ansían, ahí donde todas las caras dan asco.
Saludos, hombre, lo que te dije de ebrio lo reafirmo, quiero hablar contigo.
Adiós.
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