domingo, 3 de junio de 2007

DE LAS HERIDAS Y EL HOMBRE

Cuáles heridas tienes tú. Cuántas soberbias.
Te orean las escamas con vientos coloniales
y al final respiras faciéndole caso al patrón.

Cuáles de aquellas heridas se han descosido,
se les ha ido el punto hasta perderse adentro
de la inmensa carne cañaveral tuya, herida.

Muchas se han repartido a lo largo y ancho
del cuerpo que usas, de las manos con que trabajas,
de tus sentidos satelitales, tangentes.

Las soldadoras y los matinales son tus burkas.
También dan el calorcito que hace respirar por la nariz,
y la boca cerrada sólo para comer recalentado.

Son malas las personas que te pueblan el derredor,
conversan con el diario igual que tú, los escolares
gritan y soplan el pito de los papeles de dulce.

Generalmente es de noche, todos lo sabemos.
Tú, patriarca llegas exhausto y hay que entender,
potestad de potestades los minutos en familia.

Después de contar hasta tres con la señora esposa,
aunque a veces es menos (el lactante es el que ama),
puedes rezar o recibir televisión del televisor.

Como ya no hay guateros blindados en toallas,
hay que quemarse los pies con agua bullendo
para despertar bien despierto al calendario.

Las uñas crecen para año nuevo y para el dieciocho.
A nosotros se nos secan las hojas de los cuadernos,
todas las palabras escritas se resquebrajan.

Las uñas te van a crecer aún mascadas y torturadas.
Saldrán de tus dedos agrícolas, nuevas y limpias,
otras uñas, siempre veces, naciéndose a sí mismas.

De las heridas y los látigos poco puedo clamar,
salvo nuestro estornudo del deseo en las autopistas
y las piedras que van a dar vuelta todas las tortillas.


(Junio de 2007)

1 comentario:

Munhti dijo...

Así sea.

De todas maneras, está más lindo que el escrito por el que comenta.

(No he podido ir a dejarte las cosas, demasiadas pruebas y otros varios).