miércoles, 19 de septiembre de 2007

PREHISTORIA DE LA TÉCNICA DE HACER JAQUE MATE

(a Juan Manuel Rojas)


I.

Doce golpes, doce monedas,
cualquiera puede contar números.
Al sur de nuestras lenguas,
mandolinas adornan la balada.

Inclusos, ex-huérfanos, hermanos
quisimos ser. Hemos querido
estar contando números y no
barrotes. Tiradas en las calles,
las micros amarillas distraen,
lo mismo que las fajas de hierba.

Desde las cucañas, cucañas del frío,
nuestros nombres se resbalan,
bautizados en dictadura,
la dictadura bautizada en Chicago.
Aprendimos a rezar y a arrodillarnos.

II.

Somos obra de la gran mugre.
Ninguno de nosotros intentó
detener el ritmo de la tierra
veloz, reloj naciente, solar. Mar.

Maestres del horizonte,
preñados de podredumbre,
hediondos, asquerosos, con olor a barro.

Debajo de otro nombre estamos,
pero sabemos contar números,
no nombres. No nombres.

Qué podemos decir del blanco,
de la muerte en los juguetes.
Qué de Fernando Ramírez,
de la tierra prometida, los padres.
De Israel, los abrigos, las pelucas.
Qué podemos decir del álgebra,
mal dibujada, siempre mala,
afiebrada, cínica, estática
como un tótem olvidado doce veces.

Nos enmudecimos entre nosotros,
la cocaína no nos lavó las manos,
nuestros maletines no tienen dólares.

El desamparo, las linternas,
la falta de luz, ¡por Marx!
Nunca hicimos nada por otro,
ni siquiera el mal causamos.

III.

Deberían encerrarnos
hacinados en un portamaletas.
Atemos, ateos, nosotros mismos
nuestras manos, sin jolgorio.
Atémonos las manos, cabros.
Nos esperan las rosas, las tumbas,
nos esperan los ascensores,
las piscinas, las fogatas que se apagan
con escupo, con cerveza,
con los recibos de los impuestos.

Riámonos entre paréntesis
de las banderas en el cuello,
de los marzos y los septiembres.
Ni meses sabemos contar.
A lo mejor, mejoramos mejorías
si nos cortamos los dedos con tenedores.

Eppure si muove, la Tierra. Aisén,
Perú, Pisco, el Sudeste Asiático.
Busquemos allí las tinieblas históricas,
nombremos el subterráneo de
nuestros nombres. Olvido, guerra
a los apellidos, a las consignas
de siempre, a los mares negros,
a las Falanges. Muera Cristo Rey.
Viva Clotario Blest, los libros
se descastan, destruyen sus genes.

Franz Schubert, Alejandra Pizarnik.
Hijos de los hijos, retornos,
combinaciones de metro.
Seguimos estando en casilleros,
seguimos fumando marihuana,
no pararemos de vomitar,
no podemos huir de la huida.

IV.

En una sala de clases estuvimos
juntos, en un colegio republicano,
en las llamas que van a matar.
Vamos a asesinar. Olerán
nuestras uñas a gusanos, a clavel.
Volverán las oscuras golondrinas
a criar cuervos y a sacar los ojos.
Nicanor solventará la democracia
colgando a Bachelet en La Moneda.
Se van a sentar encima de nosotros,
nos van a mear, a cocinar. Y
para preparar la malteada aperitiva
nos sacamos los huevos y los mascamos,
nos rascamos la cabeza y la rompemos.
Aunque estudiemos en la Universidad,
quién sabe contar números.
Si somos todos tan conchesumadres.


(Junio de 2007)

1 comentario:

Anónimo dijo...

joder, que fuerte.
Sobre todo el final.
Fuerte y polento.
Ya que lo fuerte le da el toque final.
Ya ya ya-
-------------------------------

bew...
Volverán las oscuras golondrinas...

PD: Que penca que sea uno de los pocos que dejan un comentario por aquí...
Falta promocionarlo...
Te comentan menos de lo que a mi me postean. JAjaJAjaJAja.
Igual es diferente.

Pd de Pd: Parra vale callamapa (ni siquiera el soliloquio del individuo salva)