Su frente palidece,
enclavada en las muelas de los hielos,
lamida por blandos palos de fósforos.
Deja caer las últimas escarchas de maíz
entre sus dos faldas.
Se enloquecen las puertas
y se cierran los mares. Lejos,
donde terminan
de morir
las colas de sus venas,
una laguna de canoas ruge su primer llanto.
El humo de las brújulas destiñe los envases de comida,
la silueta de la luna
mete sus largos dedos con saliva entre las pestañas de una sonrisa.
Algo se quiebra,
algunos sonríen al horizonte cubierto,
el biombo cruje y trasluce los últimos troncos amarillos.
Ya no hay labios, sólo dientes.
Ya no hay prisa, sólo estancia.
Quedaron sus espadas,
las migajas de la caballería.
Las voces del otro lado aún suenan,
pero ningún satélite puede mezclar cabellos vibrantes.
(Diciembre de 2006)
miércoles, 22 de agosto de 2007
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3 comentarios:
me acordé de cuando mario maracus leyo tus poemitas en esa sala en Esmeralda
¿qui ubo?
(¡eso dicen!)
oh....
Leí el poema de nuevo como si no lo hubiera leído,
Luego vi que ya había dejado mi aporte por aca y que tal parece que si lo había leído.
Bue...(no)
será.
La proxima vez procuraré no leerlo de nuevo.
JAjajajajajajajaJA
eso.
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