viernes, 14 de diciembre de 2007
DOS METROS SOBRE LA TIERRA...
Dos metros sobre la tierra,
un gato a lo lejos, escondido de la fiereza del mundo,
te observa en paz,
te respeta en especial a ti, por el grosor de tu garganta,
casi parecido al de sus ojos.
Lo mismo que nosotros, el gato ve en tu boca
la angustia breve,
el bostezo acallado,
y parece dar vuelta la cara sólo para que sonrías.
(Noviembre de 2007)
un gato a lo lejos, escondido de la fiereza del mundo,
te observa en paz,
te respeta en especial a ti, por el grosor de tu garganta,
casi parecido al de sus ojos.
Lo mismo que nosotros, el gato ve en tu boca
la angustia breve,
el bostezo acallado,
y parece dar vuelta la cara sólo para que sonrías.
(Noviembre de 2007)
jueves, 6 de diciembre de 2007
PRESUNCIÓN
Si el lodo se quedara quieto
en un terremoto,
podría cubrir el desierto de Atacama
o alguna ciudad llena de rascacielos.
De ese modo,
las cabelleras crecerían hacia los lados
hasta que en algún momento,
nuestras pieles
vuelvan a tocar las de los muertos
(Noviembre de 2007)
en un terremoto,
podría cubrir el desierto de Atacama
o alguna ciudad llena de rascacielos.
De ese modo,
las cabelleras crecerían hacia los lados
hasta que en algún momento,
nuestras pieles
vuelvan a tocar las de los muertos
(Noviembre de 2007)
miércoles, 5 de diciembre de 2007
EFLUVIO
Ya traviesa, la nube de musgo se despega
y atraviesa, la nube de musgo,
la nube de yeso suelta, el pegamento etéreo.
Recorre el cuerpo del volcán sin valle,
recorre la arteria aorta del árbol en negro,
y la gravedad extiende varios brazos
como una neurona cagada de hambre.
Tejida sobre una cloaca magistral
yace la estatua del nombre apagado,
la angustiosa matriz se infla con pesadillas
preguntándose el dolor de la bifurcación estelar.
En cada respiro, el signo de la distancia
que es, en suma, 24 sonrisas consecutivas,
en cada respiro, se hace distancia,
365 abdominales del ojo cerrado.
Y aunque no sirva de nada
y aunque la noche abierta sea la mayor mentira
y aunque la noche abierta enceguezca los domésticos mares,
siempre hay la bomba latente
y siempre un besito ladrará por favor.
(Diciembre de 2007)
y atraviesa, la nube de musgo,
la nube de yeso suelta, el pegamento etéreo.
Recorre el cuerpo del volcán sin valle,
recorre la arteria aorta del árbol en negro,
y la gravedad extiende varios brazos
como una neurona cagada de hambre.
Tejida sobre una cloaca magistral
yace la estatua del nombre apagado,
la angustiosa matriz se infla con pesadillas
preguntándose el dolor de la bifurcación estelar.
En cada respiro, el signo de la distancia
que es, en suma, 24 sonrisas consecutivas,
en cada respiro, se hace distancia,
365 abdominales del ojo cerrado.
Y aunque no sirva de nada
y aunque la noche abierta sea la mayor mentira
y aunque la noche abierta enceguezca los domésticos mares,
siempre hay la bomba latente
y siempre un besito ladrará por favor.
(Diciembre de 2007)
lunes, 26 de noviembre de 2007
HAY UNA MANCHA MÁS GRANDE QUE YO...
Hay una mancha más grande que yo,
una mancha crucificada en una mesa,
una mancha que se parte,
que se emblandece con el tacto solar.
Sus grumos plastifican edificios,
bendicen las traslaciones terrestres con polvo y challa.
Una mancha hundida y salpicada de cal,
que atraviesa las maderas nonatas de la mesa
y deja a su paso hediondez,
con el color de los gritos.
(Octubre de 2007)
una mancha crucificada en una mesa,
una mancha que se parte,
que se emblandece con el tacto solar.
Sus grumos plastifican edificios,
bendicen las traslaciones terrestres con polvo y challa.
Una mancha hundida y salpicada de cal,
que atraviesa las maderas nonatas de la mesa
y deja a su paso hediondez,
con el color de los gritos.
(Octubre de 2007)
lunes, 19 de noviembre de 2007
LA HORA EN QUE LOS PÁJAROS EMPIEZAN A GRITAR
La hora en que los pájaros empiezan a gritar,
como si se los despertara de un sueño real e irrepetible.
Drásticos, sus ojos bajan de donde están y recorren las piedras de los suelos
y de las plantas que no fueron regadas,
sólo para reclamar la atención bestial, el alarido gigante
que se esparce justo a esta hora, únicamente a esta hora
por los cuatro o cinco vientos.
Como proféticos, los gritos, pero huecos en su fondo,
dramáticos, taciturnos, enjuagados en su propio eco tragado,
bis en los pulmones, bis reproducido, llenándolo todo,
igual que un cuchillo solitario en el altar de la Catedral.
La hora en que los pájaros gritan,
como si regresaran cansados de un combate o de un colchón blanco,
como si hubieran fallado con tristeza en su afán por ser oídos.
Y yo los oigo a esta hora
en que paro de dormir y de escribir y de mirar.
Sólo para escucharlos.
Entonces la hora se detiene.
Los pájaros se esconden en un motor y salen a recorrer
las calles, carraspeando sonidos opacos. Silentes.
.........................................................Normales.
(Septiembre de 2007)
como si se los despertara de un sueño real e irrepetible.
Drásticos, sus ojos bajan de donde están y recorren las piedras de los suelos
y de las plantas que no fueron regadas,
sólo para reclamar la atención bestial, el alarido gigante
que se esparce justo a esta hora, únicamente a esta hora
por los cuatro o cinco vientos.
Como proféticos, los gritos, pero huecos en su fondo,
dramáticos, taciturnos, enjuagados en su propio eco tragado,
bis en los pulmones, bis reproducido, llenándolo todo,
igual que un cuchillo solitario en el altar de la Catedral.
La hora en que los pájaros gritan,
como si regresaran cansados de un combate o de un colchón blanco,
como si hubieran fallado con tristeza en su afán por ser oídos.
Y yo los oigo a esta hora
en que paro de dormir y de escribir y de mirar.
Sólo para escucharlos.
Entonces la hora se detiene.
Los pájaros se esconden en un motor y salen a recorrer
las calles, carraspeando sonidos opacos. Silentes.
.........................................................Normales.
(Septiembre de 2007)
jueves, 8 de noviembre de 2007
EL AVANCE OFICIAL
Avanzan los ujieres y los palacios, con los ojos cerrados,
hacia la puerta de los brazos abiertos.
Avanzan las banderas del gobierno y las cuerdas vocales
aceptadas en los timbres ministeriales,
avaladas por la mano alzada que sale desde abajo de la calle.
Avanzan con cañones cortos hacia la Universidad Central de Venezuela
para decolorar la piel negra que mece la cabeza hacia ambos lados,
la piel negra, el movimiento reactivo a la cuadratura del ajedrez.
Avanzan como hormigas teledirigidas
sobre los dinteles, para seguir elevando el mástil impropio
del cuero del sillón, alborada nominal del recurso ajeno.
Avanzan las balas en un número cardinal inalcanzable,
porque las veces multiplicadas emboban los cráneos
haciendo del átomo humano la propiedad indivisible de la desilusión.
(Noviembre de 2007)
hacia la puerta de los brazos abiertos.
Avanzan las banderas del gobierno y las cuerdas vocales
aceptadas en los timbres ministeriales,
avaladas por la mano alzada que sale desde abajo de la calle.
Avanzan con cañones cortos hacia la Universidad Central de Venezuela
para decolorar la piel negra que mece la cabeza hacia ambos lados,
la piel negra, el movimiento reactivo a la cuadratura del ajedrez.
Avanzan como hormigas teledirigidas
sobre los dinteles, para seguir elevando el mástil impropio
del cuero del sillón, alborada nominal del recurso ajeno.
Avanzan las balas en un número cardinal inalcanzable,
porque las veces multiplicadas emboban los cráneos
haciendo del átomo humano la propiedad indivisible de la desilusión.
(Noviembre de 2007)
lunes, 29 de octubre de 2007
SINESTESIA
Los colores hablan, gritan
hacia adentro.
Los discos los oyen, herméticos,
con sabor a planicie.
Y es que la noche
suena como árbol ciego.
(Septiembre de 2007)
hacia adentro.
Los discos los oyen, herméticos,
con sabor a planicie.
Y es que la noche
suena como árbol ciego.
(Septiembre de 2007)
lunes, 22 de octubre de 2007
LE HABLO AL OÍDO CERRADO DE UNA MUJER QUE NO ME VE...
Le hablo al oído cerrado de una mujer que no me ve.
Con duda y espanto, con mudez preñada, le digo que venga
y llega a acostarse de pie en mis costillas.
Se queda dormida y va sumergiéndose hasta que ya no la veo.
Se durmió de tanta muralla, de tanto temor, de tanta ceguera mía.
Obstinado de contrabajos, juntaba lo separado con electricidad,
con serpientes,
pero eran manzanas los abismos.
Mis oposiciones no tenían elevación, por eso entró ella
en el espacio diagonal.
Yo sonreí cerrado y sigo contemplando los camaleones quietos
en el umbral derretido de la ventana llena de pétalos finísimos. Íntimos.
(Octubre de 2007)
Con duda y espanto, con mudez preñada, le digo que venga
y llega a acostarse de pie en mis costillas.
Se queda dormida y va sumergiéndose hasta que ya no la veo.
Se durmió de tanta muralla, de tanto temor, de tanta ceguera mía.
Obstinado de contrabajos, juntaba lo separado con electricidad,
con serpientes,
pero eran manzanas los abismos.
Mis oposiciones no tenían elevación, por eso entró ella
en el espacio diagonal.
Yo sonreí cerrado y sigo contemplando los camaleones quietos
en el umbral derretido de la ventana llena de pétalos finísimos. Íntimos.
(Octubre de 2007)
martes, 16 de octubre de 2007
UNIVERSIDAD CENTRAL DE LAS VILLAS (A IGNACIO ALFARO. IN MEMORIAM)
¡Oh vino que enviudó de esta botella!
(CÉSAR VALLEJO)
Donde la igualdad se cuadricula,
donde los oídos abandonan sus músculos
y los diarios titulan en blanco.
Donde los lirios se estrujan y se van a alguna parte
y entonces uno se da cuenta que hay un lugar, que no es lugar
y hay voces
y
hay un color más blanco que el de cerrar los ojos para pestañar.
En la zona de los monumentos no hay nombres por estos días,
los adjetivos malevos se transformaron en un rompecabezas sin piezas.
Se ha destruido el olor de las flores.
Camarada. La isla nunca estuvo tan cercana hasta que
corriste, volaste, nadaste
y dejaste de correr y dejaste de volar y dejaste de nadar.
Ahora nosotros, en ceros y unos, escuchamos un piano,
leemos poemas
y reemplazamos las palabras por asteriscos.
Ahora nos rascamos la espalda con languidez
porque no hay otra fuerza que la de tu compañía
y nunca volverá un avión que vea la Cordillera de los Andes desde la altura de esta ciudad junto a la velocidad atroz que martilla la gravedad.
Nos preguntamos algunas cosas
que la temperatura no puede contestar.
¿Por qué habiendo tanto mar alrededor
tuvo que construirse una piscina?
¿Por qué los albatros niegan sus alas para hacerte volver?
¿Cuántas fábricas suspirarán tu ausencia
para marcar esta desventura en su producción?
No habrá manifiestos ni fibras de ampolletas
que logren oscurecer el interior de las gargantas.
La boina que esculpió José Delarra
te está dando el mismo abrazo que nosotros quisiéramos darte.
Pero no hay mayor quietud que la que ahora te contiene,
ni en el fondo de las copas ni en los lápices sin tinta.
Este es un punto final que no terminará de escribirse.
Esta es la Universidad Central de Las Villas,
ahí nos quedaremos con la antítesis de tu cadáver
en la rompiente total de la dialéctica.
(Octubre de 2007)
(CÉSAR VALLEJO)
Donde la igualdad se cuadricula,
donde los oídos abandonan sus músculos
y los diarios titulan en blanco.
Donde los lirios se estrujan y se van a alguna parte
y entonces uno se da cuenta que hay un lugar, que no es lugar
y hay voces
y
hay un color más blanco que el de cerrar los ojos para pestañar.
En la zona de los monumentos no hay nombres por estos días,
los adjetivos malevos se transformaron en un rompecabezas sin piezas.
Se ha destruido el olor de las flores.
Camarada. La isla nunca estuvo tan cercana hasta que
corriste, volaste, nadaste
y dejaste de correr y dejaste de volar y dejaste de nadar.
Ahora nosotros, en ceros y unos, escuchamos un piano,
leemos poemas
y reemplazamos las palabras por asteriscos.
Ahora nos rascamos la espalda con languidez
porque no hay otra fuerza que la de tu compañía
y nunca volverá un avión que vea la Cordillera de los Andes desde la altura de esta ciudad junto a la velocidad atroz que martilla la gravedad.
Nos preguntamos algunas cosas
que la temperatura no puede contestar.
¿Por qué habiendo tanto mar alrededor
tuvo que construirse una piscina?
¿Por qué los albatros niegan sus alas para hacerte volver?
¿Cuántas fábricas suspirarán tu ausencia
para marcar esta desventura en su producción?
No habrá manifiestos ni fibras de ampolletas
que logren oscurecer el interior de las gargantas.
La boina que esculpió José Delarra
te está dando el mismo abrazo que nosotros quisiéramos darte.
Pero no hay mayor quietud que la que ahora te contiene,
ni en el fondo de las copas ni en los lápices sin tinta.
Este es un punto final que no terminará de escribirse.
Esta es la Universidad Central de Las Villas,
ahí nos quedaremos con la antítesis de tu cadáver
en la rompiente total de la dialéctica.
(Octubre de 2007)
domingo, 7 de octubre de 2007
SOLO
Lo mismo una botella de vino vacía
que los respirantes.
No es mi voluntad la isla adentro del florero
ni es querencia bestial hacia el túnel trémulo
que lleva al vacío.
Ante cada grito de aire
desfilan mis sonidos por la Alameda,
mi caja torácica se expande y delimita la Capital.
Todo ruido de especie resuena en mi pecho
y lo abarco.
Son nada, hermana, sólo las voces
que viajan por sus volúmenes
entre mi costilla y el caudal.
El temblor de piso, no de cielo
estabiliza mi estampa.
Aunque no veo a nadie adentro de la alfombra
fumo nubes con tranquilidad
y tengo más colchón
para alzar los brazos.
Alza soledad, alza enorme
tu categoría,
que en la altura hay hielo necesario
con orejas abiertas, pero triste.
(Octubre de 2007)
que los respirantes.
No es mi voluntad la isla adentro del florero
ni es querencia bestial hacia el túnel trémulo
que lleva al vacío.
Ante cada grito de aire
desfilan mis sonidos por la Alameda,
mi caja torácica se expande y delimita la Capital.
Todo ruido de especie resuena en mi pecho
y lo abarco.
Son nada, hermana, sólo las voces
que viajan por sus volúmenes
entre mi costilla y el caudal.
El temblor de piso, no de cielo
estabiliza mi estampa.
Aunque no veo a nadie adentro de la alfombra
fumo nubes con tranquilidad
y tengo más colchón
para alzar los brazos.
Alza soledad, alza enorme
tu categoría,
que en la altura hay hielo necesario
con orejas abiertas, pero triste.
(Octubre de 2007)
miércoles, 3 de octubre de 2007
AB
Existe, no muy lejos de donde ahora respiramos, un lugar donde la luz no tiene intensidad ni barro, en el cual se derriten millones de nombres a la vez, con la temperatura de un crisol insolente. Allí, el veneno de los conventos, los gusanos entremedio de las uñas, los timbres de agua y la bisutería están escondidos en las esquinas de milimétricas celdas de cartón piedra, están bañados con las lágrimas de todas nuestras edades y cubiertos con la colcha de napa de las almohadas que saben de todos nuestros sueños. No hay un color allí, sino todos. No se oye un sonido salvo los sonidos. No se trata de encontrar olores ni relieves, ni corbatas de seda ni ascensores, porque en ese lugar cada partícula se mezcla con nuestra piel. Nos hacemos parte de ese espacio, alejados de las zonas y a la vez en el mismo sitio donde hemos vivido siempre, sin dimensionar las diferencias que existen entre el calor y el frío o el rocío con la luna. Sobra decir que es imposible encontrar relojes, calendarios, diccionarios, calculadoras, incluso lápices y licores.
No sé cómo me enteré de la existencia de este lugar. Seguro que cuando niño me hablaron de él y luego me lo fueron describiendo otras personas. Muchas lo han bautizado, sin embargo yo he podido estar muy poco allí. No nos damos cuenta cuando vamos camino hacia allá, pero sí podemos percibir claramente en el instante en que hemos ingresado, que estamos allí, ya que en algún momento de nuestras vidas todos hemos sabido de ese lugar y hemos querido llegar sólo para saber qué se siente. Pero no todos pueden, y los que lo logran generalmente entran sólo una vez.
Al estar allí hallamos nuestro cuerpo fragmentado como una ciudad bombardeada y al mismo tiempo sentimos que nunca fue otra cosa que nuestra propia alma. Allí se recogen del suelo los compases perfectos, las palabras que jamás existieron, las pinceladas de colores sin definición consciente. Una gota tibia de glucosa navega por nuestro hipotálamo y libera su incipiente materia por las líneas de nuestras vértebras, tiñéndolas de universo con caricias demoledoras. Encima de nuestros riñones, aquella gota se multiplica con la rapidez de una sonrisa inesperada, y entonces tenemos la facultad para hacer cualquier cosa, lo que se nos ocurra: saltar, reír, correr, volar, estar con un ser querido o con alguien que haya muerto, conocer Europa, Indonesia, o la cantidad exacta de π. Pero nadie hace ese tipo de cosas. La mayoría de la gente se llena de vacío (un globo se infla hacia el infinito adentro de una pieza cúbica con paredes blancas) y recupera un recuerdo, llora, eyacula, o, peor que cualquiera de estas cosas; piensa. Al pensar regresamos inmediatamente al lugar donde vivíamos, normalmente al sitio exacto donde estuvimos antes de entrar. Ese pequeño acto de insubordinación contra la sensación cósmica nos exilia del desierto total y nos sentencia a existir sabiendo que nuestro error más libre fue la entronización de la sinapsis sobre la comunión hormonal de sentimientos, la mezcla purísima de A y B en un estado en que nunca estuvieron desunidas, porque A y B siempre han sido AB.
(Diciembre de 2006)
No sé cómo me enteré de la existencia de este lugar. Seguro que cuando niño me hablaron de él y luego me lo fueron describiendo otras personas. Muchas lo han bautizado, sin embargo yo he podido estar muy poco allí. No nos damos cuenta cuando vamos camino hacia allá, pero sí podemos percibir claramente en el instante en que hemos ingresado, que estamos allí, ya que en algún momento de nuestras vidas todos hemos sabido de ese lugar y hemos querido llegar sólo para saber qué se siente. Pero no todos pueden, y los que lo logran generalmente entran sólo una vez.
Al estar allí hallamos nuestro cuerpo fragmentado como una ciudad bombardeada y al mismo tiempo sentimos que nunca fue otra cosa que nuestra propia alma. Allí se recogen del suelo los compases perfectos, las palabras que jamás existieron, las pinceladas de colores sin definición consciente. Una gota tibia de glucosa navega por nuestro hipotálamo y libera su incipiente materia por las líneas de nuestras vértebras, tiñéndolas de universo con caricias demoledoras. Encima de nuestros riñones, aquella gota se multiplica con la rapidez de una sonrisa inesperada, y entonces tenemos la facultad para hacer cualquier cosa, lo que se nos ocurra: saltar, reír, correr, volar, estar con un ser querido o con alguien que haya muerto, conocer Europa, Indonesia, o la cantidad exacta de π. Pero nadie hace ese tipo de cosas. La mayoría de la gente se llena de vacío (un globo se infla hacia el infinito adentro de una pieza cúbica con paredes blancas) y recupera un recuerdo, llora, eyacula, o, peor que cualquiera de estas cosas; piensa. Al pensar regresamos inmediatamente al lugar donde vivíamos, normalmente al sitio exacto donde estuvimos antes de entrar. Ese pequeño acto de insubordinación contra la sensación cósmica nos exilia del desierto total y nos sentencia a existir sabiendo que nuestro error más libre fue la entronización de la sinapsis sobre la comunión hormonal de sentimientos, la mezcla purísima de A y B en un estado en que nunca estuvieron desunidas, porque A y B siempre han sido AB.
(Diciembre de 2006)
miércoles, 26 de septiembre de 2007
MANUSCRITO
Regreso a la natural motricidad, más sincera que el sonido de los tambores y el sol sin vidrios.
Estoy de nuevo en las culebras y los tendidos eléctricos,
acá las estaciones del año se sienten diferentes unas de otras. Hoy, por ejemplo, es primavera, no porque lo diga el calendario
sino por los vaivenes de la noche, que abren huecos en mi torso
para que pueda tocarme las costillas.
Acá me meto los dedos en el pecho y palpo
y me saco las uñas yo mismo
para no dañar el vapor que tengo dentro.
He vuelto a estas escaleras de caracol,
a la sangre en la paleta de colores,
a las manos efervescentes del alzamiento.
Por voluntad construida, por convicción dudosa, por los vectores del cielo he vuelto
sin pretender respirar azufre para expiarme, sin querer ver la nieve en los volcanes que me asustaron por mi pequeñez.
Por iracunda humildad regresé, sin afanes calóricos, sin temas propios, sin rubros ni bolsas de lágrimas,
y no espero la adrenalina ni las canas. Y no espero comer frutos dulces. Y no espero profundizar el barro.
Solamente quiero la temperatura de mis hermanas.
(Septiembre de 2007)
Estoy de nuevo en las culebras y los tendidos eléctricos,
acá las estaciones del año se sienten diferentes unas de otras. Hoy, por ejemplo, es primavera, no porque lo diga el calendario
sino por los vaivenes de la noche, que abren huecos en mi torso
para que pueda tocarme las costillas.
Acá me meto los dedos en el pecho y palpo
y me saco las uñas yo mismo
para no dañar el vapor que tengo dentro.
He vuelto a estas escaleras de caracol,
a la sangre en la paleta de colores,
a las manos efervescentes del alzamiento.
Por voluntad construida, por convicción dudosa, por los vectores del cielo he vuelto
sin pretender respirar azufre para expiarme, sin querer ver la nieve en los volcanes que me asustaron por mi pequeñez.
Por iracunda humildad regresé, sin afanes calóricos, sin temas propios, sin rubros ni bolsas de lágrimas,
y no espero la adrenalina ni las canas. Y no espero comer frutos dulces. Y no espero profundizar el barro.
Solamente quiero la temperatura de mis hermanas.
(Septiembre de 2007)
miércoles, 19 de septiembre de 2007
PREHISTORIA DE LA TÉCNICA DE HACER JAQUE MATE
(a Juan Manuel Rojas)
I.
Doce golpes, doce monedas,
cualquiera puede contar números.
Al sur de nuestras lenguas,
mandolinas adornan la balada.
Inclusos, ex-huérfanos, hermanos
quisimos ser. Hemos querido
estar contando números y no
barrotes. Tiradas en las calles,
las micros amarillas distraen,
lo mismo que las fajas de hierba.
Desde las cucañas, cucañas del frío,
nuestros nombres se resbalan,
bautizados en dictadura,
la dictadura bautizada en Chicago.
Aprendimos a rezar y a arrodillarnos.
II.
Somos obra de la gran mugre.
Ninguno de nosotros intentó
detener el ritmo de la tierra
veloz, reloj naciente, solar. Mar.
Maestres del horizonte,
preñados de podredumbre,
hediondos, asquerosos, con olor a barro.
Debajo de otro nombre estamos,
pero sabemos contar números,
no nombres. No nombres.
Qué podemos decir del blanco,
de la muerte en los juguetes.
Qué de Fernando Ramírez,
de la tierra prometida, los padres.
De Israel, los abrigos, las pelucas.
Qué podemos decir del álgebra,
mal dibujada, siempre mala,
afiebrada, cínica, estática
como un tótem olvidado doce veces.
Nos enmudecimos entre nosotros,
la cocaína no nos lavó las manos,
nuestros maletines no tienen dólares.
El desamparo, las linternas,
la falta de luz, ¡por Marx!
Nunca hicimos nada por otro,
ni siquiera el mal causamos.
III.
Deberían encerrarnos
hacinados en un portamaletas.
Atemos, ateos, nosotros mismos
nuestras manos, sin jolgorio.
Atémonos las manos, cabros.
Nos esperan las rosas, las tumbas,
nos esperan los ascensores,
las piscinas, las fogatas que se apagan
con escupo, con cerveza,
con los recibos de los impuestos.
Riámonos entre paréntesis
de las banderas en el cuello,
de los marzos y los septiembres.
Ni meses sabemos contar.
A lo mejor, mejoramos mejorías
si nos cortamos los dedos con tenedores.
Eppure si muove, la Tierra. Aisén,
Perú, Pisco, el Sudeste Asiático.
Busquemos allí las tinieblas históricas,
nombremos el subterráneo de
nuestros nombres. Olvido, guerra
a los apellidos, a las consignas
de siempre, a los mares negros,
a las Falanges. Muera Cristo Rey.
Viva Clotario Blest, los libros
se descastan, destruyen sus genes.
Franz Schubert, Alejandra Pizarnik.
Hijos de los hijos, retornos,
combinaciones de metro.
Seguimos estando en casilleros,
seguimos fumando marihuana,
no pararemos de vomitar,
no podemos huir de la huida.
IV.
En una sala de clases estuvimos
juntos, en un colegio republicano,
en las llamas que van a matar.
Vamos a asesinar. Olerán
nuestras uñas a gusanos, a clavel.
Volverán las oscuras golondrinas
a criar cuervos y a sacar los ojos.
Nicanor solventará la democracia
colgando a Bachelet en La Moneda.
Se van a sentar encima de nosotros,
nos van a mear, a cocinar. Y
para preparar la malteada aperitiva
nos sacamos los huevos y los mascamos,
nos rascamos la cabeza y la rompemos.
Aunque estudiemos en la Universidad,
quién sabe contar números.
Si somos todos tan conchesumadres.
(Junio de 2007)
I.
Doce golpes, doce monedas,
cualquiera puede contar números.
Al sur de nuestras lenguas,
mandolinas adornan la balada.
Inclusos, ex-huérfanos, hermanos
quisimos ser. Hemos querido
estar contando números y no
barrotes. Tiradas en las calles,
las micros amarillas distraen,
lo mismo que las fajas de hierba.
Desde las cucañas, cucañas del frío,
nuestros nombres se resbalan,
bautizados en dictadura,
la dictadura bautizada en Chicago.
Aprendimos a rezar y a arrodillarnos.
II.
Somos obra de la gran mugre.
Ninguno de nosotros intentó
detener el ritmo de la tierra
veloz, reloj naciente, solar. Mar.
Maestres del horizonte,
preñados de podredumbre,
hediondos, asquerosos, con olor a barro.
Debajo de otro nombre estamos,
pero sabemos contar números,
no nombres. No nombres.
Qué podemos decir del blanco,
de la muerte en los juguetes.
Qué de Fernando Ramírez,
de la tierra prometida, los padres.
De Israel, los abrigos, las pelucas.
Qué podemos decir del álgebra,
mal dibujada, siempre mala,
afiebrada, cínica, estática
como un tótem olvidado doce veces.
Nos enmudecimos entre nosotros,
la cocaína no nos lavó las manos,
nuestros maletines no tienen dólares.
El desamparo, las linternas,
la falta de luz, ¡por Marx!
Nunca hicimos nada por otro,
ni siquiera el mal causamos.
III.
Deberían encerrarnos
hacinados en un portamaletas.
Atemos, ateos, nosotros mismos
nuestras manos, sin jolgorio.
Atémonos las manos, cabros.
Nos esperan las rosas, las tumbas,
nos esperan los ascensores,
las piscinas, las fogatas que se apagan
con escupo, con cerveza,
con los recibos de los impuestos.
Riámonos entre paréntesis
de las banderas en el cuello,
de los marzos y los septiembres.
Ni meses sabemos contar.
A lo mejor, mejoramos mejorías
si nos cortamos los dedos con tenedores.
Eppure si muove, la Tierra. Aisén,
Perú, Pisco, el Sudeste Asiático.
Busquemos allí las tinieblas históricas,
nombremos el subterráneo de
nuestros nombres. Olvido, guerra
a los apellidos, a las consignas
de siempre, a los mares negros,
a las Falanges. Muera Cristo Rey.
Viva Clotario Blest, los libros
se descastan, destruyen sus genes.
Franz Schubert, Alejandra Pizarnik.
Hijos de los hijos, retornos,
combinaciones de metro.
Seguimos estando en casilleros,
seguimos fumando marihuana,
no pararemos de vomitar,
no podemos huir de la huida.
IV.
En una sala de clases estuvimos
juntos, en un colegio republicano,
en las llamas que van a matar.
Vamos a asesinar. Olerán
nuestras uñas a gusanos, a clavel.
Volverán las oscuras golondrinas
a criar cuervos y a sacar los ojos.
Nicanor solventará la democracia
colgando a Bachelet en La Moneda.
Se van a sentar encima de nosotros,
nos van a mear, a cocinar. Y
para preparar la malteada aperitiva
nos sacamos los huevos y los mascamos,
nos rascamos la cabeza y la rompemos.
Aunque estudiemos en la Universidad,
quién sabe contar números.
Si somos todos tan conchesumadres.
(Junio de 2007)
martes, 11 de septiembre de 2007
AL TORTURADOR
Quédate bien quieto.
Voy a buscar el lápiz y vuelvo.
Vuelvo a enterrártelo en las manos para que no te persignes,
a rayarte en el pecho estas instantáneas confesiones,
a deshojar tu retina de debilidad.
Él no lo impedirá,
no controla nada, igual que tú ahora.
Son mis palabras las que se sientan encima de ti
pero es sólo para cumplir con lo que me trajo hasta acá.
Escucha entonces,
escucha estas palabrotas y siente
cómo se meten en tus arterias
deteniendo el curso de tu sangre.
No existe sU voluntaD.
Ahora estamos los dos solos.
Yo sobre ti, mis palabras.
Tú congelado, disciplinado por tu enemigo, el invisible.
Te voy a enseñar mi vida.
Sostengo en mi mano izquierda tu corvo de combate,
ese que tiene el relieve de un famélico hombre
asesinado hace dos mil años,
esta herramienta de tu oficio
que conoce las membranas más hondas
de los estómagos acuáticos,
vidrio hermano del riel submarino.
Sujeta tus dientes
porque con tu corvito regalón, te voy a partir la pija en dos.
Orina los algodones ensangrentados,
mira que ahora tienes dos glandes y dos prepucios
y tu vara castigadora entera
dividida en dos mitades.
Te voy a meter la negra picana grasosa
en el hueco que quedó al medio de tus dos picos.
No te voy a descargar electricidad,
la enchufé a la máquina de escribir.
De allí voy a teclear los tres mil nombres, los treinta mil.
A ver si esa cadena prolongada
desentierra los recuerdos hachados
y te reactiva el pulso perdido.
Te voy a teclear los nombres de los que
se deshicieron sin lágrimas,
áridos por los golpes en las palmas de las manos
y en las plantas de los pies.
Quienes murieron sus cuerpos y sus venas y sus uñas
y fueron incendiados en piras subterráneas junto con libros y ojos,
todo esto en un pedacito de siglo
en los rincones capitalinos habitados por ratas cómplices,
en los espacios vacíos donde los gritos no se multiplican por dos
sino por diez,
por cien, en los secretos cuarteles de la patria NN(uestra),
donde las murallas que fueron testigos de mutilaciones en serie
hoy se expían por haber coagulado tu sudor
y el de tu crucifijo enlutado.
(Diciembre de 2005)
Voy a buscar el lápiz y vuelvo.
Vuelvo a enterrártelo en las manos para que no te persignes,
a rayarte en el pecho estas instantáneas confesiones,
a deshojar tu retina de debilidad.
Él no lo impedirá,
no controla nada, igual que tú ahora.
Son mis palabras las que se sientan encima de ti
pero es sólo para cumplir con lo que me trajo hasta acá.
Escucha entonces,
escucha estas palabrotas y siente
cómo se meten en tus arterias
deteniendo el curso de tu sangre.
No existe sU voluntaD.
Ahora estamos los dos solos.
Yo sobre ti, mis palabras.
Tú congelado, disciplinado por tu enemigo, el invisible.
Te voy a enseñar mi vida.
Sostengo en mi mano izquierda tu corvo de combate,
ese que tiene el relieve de un famélico hombre
asesinado hace dos mil años,
esta herramienta de tu oficio
que conoce las membranas más hondas
de los estómagos acuáticos,
vidrio hermano del riel submarino.
Sujeta tus dientes
porque con tu corvito regalón, te voy a partir la pija en dos.
Orina los algodones ensangrentados,
mira que ahora tienes dos glandes y dos prepucios
y tu vara castigadora entera
dividida en dos mitades.
Te voy a meter la negra picana grasosa
en el hueco que quedó al medio de tus dos picos.
No te voy a descargar electricidad,
la enchufé a la máquina de escribir.
De allí voy a teclear los tres mil nombres, los treinta mil.
A ver si esa cadena prolongada
desentierra los recuerdos hachados
y te reactiva el pulso perdido.
Te voy a teclear los nombres de los que
se deshicieron sin lágrimas,
áridos por los golpes en las palmas de las manos
y en las plantas de los pies.
Quienes murieron sus cuerpos y sus venas y sus uñas
y fueron incendiados en piras subterráneas junto con libros y ojos,
todo esto en un pedacito de siglo
en los rincones capitalinos habitados por ratas cómplices,
en los espacios vacíos donde los gritos no se multiplican por dos
sino por diez,
por cien, en los secretos cuarteles de la patria NN(uestra),
donde las murallas que fueron testigos de mutilaciones en serie
hoy se expían por haber coagulado tu sudor
y el de tu crucifijo enlutado.
(Diciembre de 2005)
miércoles, 22 de agosto de 2007
EN DISTANCIA
Su frente palidece,
enclavada en las muelas de los hielos,
lamida por blandos palos de fósforos.
Deja caer las últimas escarchas de maíz
entre sus dos faldas.
Se enloquecen las puertas
y se cierran los mares. Lejos,
donde terminan
de morir
las colas de sus venas,
una laguna de canoas ruge su primer llanto.
El humo de las brújulas destiñe los envases de comida,
la silueta de la luna
mete sus largos dedos con saliva entre las pestañas de una sonrisa.
Algo se quiebra,
algunos sonríen al horizonte cubierto,
el biombo cruje y trasluce los últimos troncos amarillos.
Ya no hay labios, sólo dientes.
Ya no hay prisa, sólo estancia.
Quedaron sus espadas,
las migajas de la caballería.
Las voces del otro lado aún suenan,
pero ningún satélite puede mezclar cabellos vibrantes.
(Diciembre de 2006)
enclavada en las muelas de los hielos,
lamida por blandos palos de fósforos.
Deja caer las últimas escarchas de maíz
entre sus dos faldas.
Se enloquecen las puertas
y se cierran los mares. Lejos,
donde terminan
de morir
las colas de sus venas,
una laguna de canoas ruge su primer llanto.
El humo de las brújulas destiñe los envases de comida,
la silueta de la luna
mete sus largos dedos con saliva entre las pestañas de una sonrisa.
Algo se quiebra,
algunos sonríen al horizonte cubierto,
el biombo cruje y trasluce los últimos troncos amarillos.
Ya no hay labios, sólo dientes.
Ya no hay prisa, sólo estancia.
Quedaron sus espadas,
las migajas de la caballería.
Las voces del otro lado aún suenan,
pero ningún satélite puede mezclar cabellos vibrantes.
(Diciembre de 2006)
martes, 14 de agosto de 2007
ANHEDONIA
Como todos
los que se inscriben
hacia arriba,
yo tuve un tiempo verde
en que me abracé
junto a mis amigos,
en fila
y nos armamos
longitudinales,
uno a uno,
talón tras talón.
Hace días
que el tiempo es otro,
es craso.
Este año es debilucho
tanto como el pez
que agita su ahogo
en la orilla sola
de una playa virgen.
Esta casa es café
como la mala marihuana.
Este idioma está podrido.
Está húmedo y mohoso.
Estos troncos
son brazos humanos mascados
por termitas alonas
y abiertos a la muchedumbre.
Expuesta su condición
en plazas públicas.
Abrazados
nos gastamos la sangre
igual que
los viejos
afuera de
los cafés
con vidrios polarizados.
Probablemente
comprando en la noche
garrafas de vino indecente,
probablemente
escribiendo en el suelo
otras biografías,
lejos de
los cauces normales
de los ríos
que visitamos
en vacaciones.
Ajeno. Mi cerebro
estuviera flotando
en napas subterráneas
hoy día.
Mis huesos frontales
cubrieran los ojos
de los
recién nacidos
ante los espejos famélicos
de los hospitales.
Pero las fotografías
destilan la misma
colonia inglesa.
Los correos electrónicos
empequeñecieron sin pócimas
sus letras.
Alicia se perdió para siempre.
Y los scherzos
han muerto todas
sus curvaturas.
(Julio de 2007)
los que se inscriben
hacia arriba,
yo tuve un tiempo verde
en que me abracé
junto a mis amigos,
en fila
y nos armamos
longitudinales,
uno a uno,
talón tras talón.
Hace días
que el tiempo es otro,
es craso.
Este año es debilucho
tanto como el pez
que agita su ahogo
en la orilla sola
de una playa virgen.
Esta casa es café
como la mala marihuana.
Este idioma está podrido.
Está húmedo y mohoso.
Estos troncos
son brazos humanos mascados
por termitas alonas
y abiertos a la muchedumbre.
Expuesta su condición
en plazas públicas.
Abrazados
nos gastamos la sangre
igual que
los viejos
afuera de
los cafés
con vidrios polarizados.
Probablemente
comprando en la noche
garrafas de vino indecente,
probablemente
escribiendo en el suelo
otras biografías,
lejos de
los cauces normales
de los ríos
que visitamos
en vacaciones.
Ajeno. Mi cerebro
estuviera flotando
en napas subterráneas
hoy día.
Mis huesos frontales
cubrieran los ojos
de los
recién nacidos
ante los espejos famélicos
de los hospitales.
Pero las fotografías
destilan la misma
colonia inglesa.
Los correos electrónicos
empequeñecieron sin pócimas
sus letras.
Alicia se perdió para siempre.
Y los scherzos
han muerto todas
sus curvaturas.
(Julio de 2007)
lunes, 6 de agosto de 2007
EL OTRO ÁRBOL DE LA MEMORIA
Carta hacia La Frontera
De la memoria pende una rama no muy difícil de resquebrajar,
pero tampoco muy fácil. Es una rama alta y su mugre está iluminada
con todo el brío que el sol entrega antes de rebanarse al traspié.
Hay que alcanzarla para tocarte el hombro por la espalda.
Es necesario que la madera vidriosa de las bandurrias escondidas
me roce los dedos, para rozarte los tuyos y entonces saludarte.
Nadie más que el arrebol final puede acercarme hasta ti,
nadie como él sabe que hay que mancharse de buenas noticias
para poder andar entre lianas con la tranquilidad antigua de las secuoyas.
Entre esas lianas pendo humeante y elástico,
pendo por viajar y recorrerte acuoso en un saludo inocente y sin pretensiones.
Percibo, como un dulce recién abierto, toda la luz moviéndose
cuando habla tu belleza, lejos de los altares y de las maldiciones,
y qué maravilla, qué flores decoloradas van a poder asemejarse a ti
en el momento en que los deseos alumbran el mundo, con sed y con hambre
pero nunca con frío,
qué sutileza es, en fin, capaz de sostener el peso de la Tierra en tu lugar.
Sólo te escribo. Sólo te saludo. Crezco hacia adentro para hacerlo
y aparece la insolente valentía, de la que se han valido para matar todos los hombres,
esa fuerza es la misma que renueva tus días adentro de tus ojos
y da a luz miles de insectos que recorren fútiles, el barro y se mueren.
Pero no morirán tus momentos, aunque recorran caminos ocultos,
y no podrán esconderse de los gritos y de las lenguas tempestuosas,
porque en nadie más que en ellos se nimba la piel con que te tapas todas las noches
haciendo más difícil cada vez tocar la alta rama que cuelga del recuerdo.
(Agosto de 2007)
De la memoria pende una rama no muy difícil de resquebrajar,
pero tampoco muy fácil. Es una rama alta y su mugre está iluminada
con todo el brío que el sol entrega antes de rebanarse al traspié.
Hay que alcanzarla para tocarte el hombro por la espalda.
Es necesario que la madera vidriosa de las bandurrias escondidas
me roce los dedos, para rozarte los tuyos y entonces saludarte.
Nadie más que el arrebol final puede acercarme hasta ti,
nadie como él sabe que hay que mancharse de buenas noticias
para poder andar entre lianas con la tranquilidad antigua de las secuoyas.
Entre esas lianas pendo humeante y elástico,
pendo por viajar y recorrerte acuoso en un saludo inocente y sin pretensiones.
Percibo, como un dulce recién abierto, toda la luz moviéndose
cuando habla tu belleza, lejos de los altares y de las maldiciones,
y qué maravilla, qué flores decoloradas van a poder asemejarse a ti
en el momento en que los deseos alumbran el mundo, con sed y con hambre
pero nunca con frío,
qué sutileza es, en fin, capaz de sostener el peso de la Tierra en tu lugar.
Sólo te escribo. Sólo te saludo. Crezco hacia adentro para hacerlo
y aparece la insolente valentía, de la que se han valido para matar todos los hombres,
esa fuerza es la misma que renueva tus días adentro de tus ojos
y da a luz miles de insectos que recorren fútiles, el barro y se mueren.
Pero no morirán tus momentos, aunque recorran caminos ocultos,
y no podrán esconderse de los gritos y de las lenguas tempestuosas,
porque en nadie más que en ellos se nimba la piel con que te tapas todas las noches
haciendo más difícil cada vez tocar la alta rama que cuelga del recuerdo.
(Agosto de 2007)
martes, 24 de julio de 2007
CLARIDAD
Por la mierda qué imprecisa claridad.
La maldición más reiterada pero con otras palabras.
Porque siempre han vilipendiado a las palabras, desnudas y mordidas en Ciudad Juárez,
malditas por tener la capacidad de esconderse hacia adentro.
Esa virtud atemoriza como cuando se mira una cicatriz estirándose hasta que se abre
y en esa abertura, abrupta como una sentencia
se descorre la magia, se ensucia la pureza de la que nos hablaron tanto
y la claridad tiene entonces su nitidez rota, hecha polvo, un polvo esparcido que vuela
y se mete en las narices y en los poros y abraza las pelusas del ombligo,
haciéndose, en suma, parte de uno. La claridad, la difusa blancura,
la inexistente pureza a la que han bautizado con nombres tan bellos.
Libertad, qué profunda altanería, qué perfecta humanidad.
Santidad, anacrónico pesar, sufrimiento que de tanta tortura pareció ser celestial.
Las palabras, manoseadas por todo hablante, con las que cada poeta ha jugado sin juicio,
dan la impresión de ser inútiles en ciertos momentos
cuando sus melenas barrocas ya no cubren todas las curvas de las vertiginosas sensaciones
y se van perdiendo, como la saliva después de derrochar tantos besos
en una sola persona, aunque hayan recorrido carreteras de espaldas, y se hayan
metido en los primeros anillos de las aberturas veniales.
Parece haber claridad en los túneles, en el fondo de los ríos caudalosos,
en los epicentros de los terremotos más destructores,
incluso en el interior de las bombas. Sin embargo en todo acto,
en cada idea, objeto y cuerpo, una vez que se divisa el reflejo
-porque esa claridad atávica no es más que un espejo hecho a la medida del rostro que observa-
los átomos y todas sus divisiones infinitas se deshacen al ritmo de lejanas mornas
iniciando una danza precoz, una danza que se ve una sola vez
y se disparan luego hacia todos los cielos, siguiendo el curso de todos los vientos.
(Julio de 2007)
La maldición más reiterada pero con otras palabras.
Porque siempre han vilipendiado a las palabras, desnudas y mordidas en Ciudad Juárez,
malditas por tener la capacidad de esconderse hacia adentro.
Esa virtud atemoriza como cuando se mira una cicatriz estirándose hasta que se abre
y en esa abertura, abrupta como una sentencia
se descorre la magia, se ensucia la pureza de la que nos hablaron tanto
y la claridad tiene entonces su nitidez rota, hecha polvo, un polvo esparcido que vuela
y se mete en las narices y en los poros y abraza las pelusas del ombligo,
haciéndose, en suma, parte de uno. La claridad, la difusa blancura,
la inexistente pureza a la que han bautizado con nombres tan bellos.
Libertad, qué profunda altanería, qué perfecta humanidad.
Santidad, anacrónico pesar, sufrimiento que de tanta tortura pareció ser celestial.
Las palabras, manoseadas por todo hablante, con las que cada poeta ha jugado sin juicio,
dan la impresión de ser inútiles en ciertos momentos
cuando sus melenas barrocas ya no cubren todas las curvas de las vertiginosas sensaciones
y se van perdiendo, como la saliva después de derrochar tantos besos
en una sola persona, aunque hayan recorrido carreteras de espaldas, y se hayan
metido en los primeros anillos de las aberturas veniales.
Parece haber claridad en los túneles, en el fondo de los ríos caudalosos,
en los epicentros de los terremotos más destructores,
incluso en el interior de las bombas. Sin embargo en todo acto,
en cada idea, objeto y cuerpo, una vez que se divisa el reflejo
-porque esa claridad atávica no es más que un espejo hecho a la medida del rostro que observa-
los átomos y todas sus divisiones infinitas se deshacen al ritmo de lejanas mornas
iniciando una danza precoz, una danza que se ve una sola vez
y se disparan luego hacia todos los cielos, siguiendo el curso de todos los vientos.
(Julio de 2007)
sábado, 21 de julio de 2007
ELEGÍA PARA ESCILDA PARADA
Poema esdrújulo: íntimo, anacrónico, rítmico y métrico
Es así para todos, nadie escapa,
en esto no hay ni habrá distinciones;
terminamos dentro, como al inicio.
Acaban las efímeras pasiones.
Pero ahora todo da igual, termina.
Seremos engullidos con sermones.
De esta vez y adelante, para siempre
quedarán carcomidos en neones
de lagrimales, hijos inmutables
derramando la sangre de emociones
con todo el culpable amor esparcido.
¡Ya viene!, viene atando corazones
envuelto en gris opaco, viene bravo
viene lúcido. Se oyen explosiones:
son sus pasos sobre la luz brillante
apagándose sin contemplaciones.
El beso final, la eterna partida,
las flores que evocan tantas canciones,
y la furia veloz de la existencia
los sacamos de esta piedra que pones.
(Julio de 2004 - Agosto de 2005)
jueves, 12 de julio de 2007
NAUFRAGIO
En la bahía de cemento, entre las grietas musgosas de los parques,
se enfilan los deseos que nunca van a encallar.
Son los más desposeídos, los pobres deseos del mundo. Paupérrimos
que de vez en cuando, en algún sueño, en alguna pesadilla a medio despertar
irrumpen como suicidas saltando hacia la garganta de dos altas montañas.
Son desnudos, el reflejo de las acciones cotidianas pero ensuciadas,
embarradas, vestidas de hongos y jugos gástricos regurgitados,
como un mono de nieve negra, de nieve descastada, de nieve hirsuta.
Se dan vueltas y circunnavegan la cintura de las cabezas humanas
que desde hacia afuera de los parietales
forman vertederos de deseos amordazados.
(Julio de 2007)
se enfilan los deseos que nunca van a encallar.
Son los más desposeídos, los pobres deseos del mundo. Paupérrimos
que de vez en cuando, en algún sueño, en alguna pesadilla a medio despertar
irrumpen como suicidas saltando hacia la garganta de dos altas montañas.
Son desnudos, el reflejo de las acciones cotidianas pero ensuciadas,
embarradas, vestidas de hongos y jugos gástricos regurgitados,
como un mono de nieve negra, de nieve descastada, de nieve hirsuta.
Se dan vueltas y circunnavegan la cintura de las cabezas humanas
que desde hacia afuera de los parietales
forman vertederos de deseos amordazados.
(Julio de 2007)
domingo, 8 de julio de 2007
EL ARCO
Ante él, las autopistas concesionadas
tienen sus líneas rayadas con tiza
para recibir al que pase.
Enfrente de él, los escolares se visten de blanco, azul y rojo,
de luto al piso, y se van a los parques
a caminar subiendo, a caminar bajando.
La velocidad larga que refleja,
similar al vértigo del recién nacido,
larga como las plumas en el culo de una vedette rechazada,
larga lonja de cristal, luz en movimiento.
Su velocidad se parece a una muela
cariada, infeliz,
dormida.
Un vaivén cuya gravedad no sé explicar.
De argón, de neón,
las luces prostibularias, las luces de su contorno:
pantallas dentro de las que se mueven los pasos,
dentro de las que hay que aferrarse a una esquina.
Pantallas que se apagan y se ensucian,
divididas en cuadros,
en diagonales, con calles con número, con fecha de fundación,
pantallas como una ciudad.
Arco iris.
Arco triunfal pero no del triunfo,
no hay triunfos para los que suben y bajan,
a menos que sean niños en el balancín,
a menos que los que tienen la cabeza alta
repartan los podios a los sindicatos y se castren entre sí.
Ante la magna visión, los jubilados desempacan el hippismo,
ríen la gratitud nocturna del destiempo.
Ríen por haberse metido en la cama incorrecta.
Una fila de hormigas camina en dirección del arco iris.
Los ciudadanos, febriles y desnudos, se dejan caer
lentamente, uno tras otro, con el peso del humo,
sobre las hormigas,
solamente para subir y bajar por las luces ficticias.
(Julio de 2007)
tienen sus líneas rayadas con tiza
para recibir al que pase.
Enfrente de él, los escolares se visten de blanco, azul y rojo,
de luto al piso, y se van a los parques
a caminar subiendo, a caminar bajando.
La velocidad larga que refleja,
similar al vértigo del recién nacido,
larga como las plumas en el culo de una vedette rechazada,
larga lonja de cristal, luz en movimiento.
Su velocidad se parece a una muela
cariada, infeliz,
dormida.
Un vaivén cuya gravedad no sé explicar.
De argón, de neón,
las luces prostibularias, las luces de su contorno:
pantallas dentro de las que se mueven los pasos,
dentro de las que hay que aferrarse a una esquina.
Pantallas que se apagan y se ensucian,
divididas en cuadros,
en diagonales, con calles con número, con fecha de fundación,
pantallas como una ciudad.
Arco iris.
Arco triunfal pero no del triunfo,
no hay triunfos para los que suben y bajan,
a menos que sean niños en el balancín,
a menos que los que tienen la cabeza alta
repartan los podios a los sindicatos y se castren entre sí.
Ante la magna visión, los jubilados desempacan el hippismo,
ríen la gratitud nocturna del destiempo.
Ríen por haberse metido en la cama incorrecta.
Una fila de hormigas camina en dirección del arco iris.
Los ciudadanos, febriles y desnudos, se dejan caer
lentamente, uno tras otro, con el peso del humo,
sobre las hormigas,
solamente para subir y bajar por las luces ficticias.
(Julio de 2007)
martes, 3 de julio de 2007
MONÓLOGO DE JOSÉ A SU ESPOSA
Te tengo amor, Sofía en mi garganta.
Como una pastilla gruesa te quedaste ahí.
Te tragué religiosamente, con luz verde,
te metiste como un insecto fugaz,
como un obús floreado.
Por eso te quiero, amor, porque estás dentro,
porque aunque salgas a trabajar y te canses,
siempre regresas antes que yo.
Por eso te guardo amor, sagrada y fértil,
porque la comida recalentada siempre es más
sabrosa con la humedad de tus manos
dentro de mi garganta.
Yo sé que no te importa haber perdido la sombra
y que sólo puedas reflejarte
en los espejos rotos.
Pero tienes mi consuelo arduo, el consuelo
del bautizado,
de estar siempre alumbrada
con una lámpara de interrogatorio
que tú misma energizas con el dínamo desgastado.
Estás a salvo en mi garganta
y yo te hablo hacia adentro.
Espérame de nuevo, que ya llego.
Todas las noches me pido permiso
y me meto adentro de mi garganta, me sumerjo
y te beso, te abrazo,
te paso la lengua por tu garganta
para limpiarte toda la rabia.
Quédate balanceándote iluminada,
quédate tranquilita, mi amor.
Yo te salvaguardo y te protejo, por Majestad.
Te hablo, aunque sordomudo.
Tú sabes que afuera es feo todo y todo es sucio,
tú sabes que hay terremotos y que la tierra
se va a acabar. Espérame otra vez esta noche
para besarte, porque aunque grites
sabes que no puedes salir de acá.
(Julio de 2007)
Como una pastilla gruesa te quedaste ahí.
Te tragué religiosamente, con luz verde,
te metiste como un insecto fugaz,
como un obús floreado.
Por eso te quiero, amor, porque estás dentro,
porque aunque salgas a trabajar y te canses,
siempre regresas antes que yo.
Por eso te guardo amor, sagrada y fértil,
porque la comida recalentada siempre es más
sabrosa con la humedad de tus manos
dentro de mi garganta.
Yo sé que no te importa haber perdido la sombra
y que sólo puedas reflejarte
en los espejos rotos.
Pero tienes mi consuelo arduo, el consuelo
del bautizado,
de estar siempre alumbrada
con una lámpara de interrogatorio
que tú misma energizas con el dínamo desgastado.
Estás a salvo en mi garganta
y yo te hablo hacia adentro.
Espérame de nuevo, que ya llego.
Todas las noches me pido permiso
y me meto adentro de mi garganta, me sumerjo
y te beso, te abrazo,
te paso la lengua por tu garganta
para limpiarte toda la rabia.
Quédate balanceándote iluminada,
quédate tranquilita, mi amor.
Yo te salvaguardo y te protejo, por Majestad.
Te hablo, aunque sordomudo.
Tú sabes que afuera es feo todo y todo es sucio,
tú sabes que hay terremotos y que la tierra
se va a acabar. Espérame otra vez esta noche
para besarte, porque aunque grites
sabes que no puedes salir de acá.
(Julio de 2007)
sábado, 23 de junio de 2007
RETRATO DEL DÍSCOLO DE LA INTELECTUALIDAD
Ya no le preocupa ser hombre o simio, y no es por contravenir la moral de la evolución. Ya no le importa vestir abrigado o sentir el frío como un vagabundo sin causa.
Cafés, universidades, iglesias, salones de pool, bancos. Donde empolle sus nalgas rectilíneas, le seguirá su sombra mal teñida.
Cuando sabía su edad, estudiaba y leía, siguiendo la pantalla bicolor y la senda del intelectual ingrávido, continuando la numerología natal, la historia oficial. Amigos, floreros y estatuas le rodearon desde el día en que empezó a tomar té y dejó de mascarse las uñas. Así se irguió, se le confundieron las caras y las medallas, se alimentó de yerbas, de fondos negros, de ideas paridas a la fuerza. Un par de veces se enamoró, eso se le nota en su forma de caminar, siempre con las manos en los bolsillos para no deambular entumiendo el reloj.
No sabe qué gusto escoger, entre los que eran suyos y los que dejaron de ser suyos. Olvidó la propiedad sin memorizar siquiera un verso en castellano, o habiendo adquirido en alguna Feria del Libro la amnesia de cada letra que destila cochambre criolla.
No sabe qué gusto escoger entre todas las vitrinas, si la capacidad desabrida de los autos vacíos o el ripio reggaetón y moreno, renglón de Lemebel; si los gatos y el tierno runrún de felpa (aromatizado con la fragancia del paraíso perdido) o el golpe machón de la Mujer Chilena ante cualquier desagravio del hombre umbilical.
Aún si no importara, porque parece no importarle, escupe, apátrida, las bandas presidenciales, los uniformes ajustados, los ismos del arte, del tiempo y la política, incluido el abismo, pero por más que se rasque la piel, ni las drogas lo separan de Bartok, del delicado reflejo real de Las Meninas, de la filia carnosa a los vientres de madera, a las refinadas colecciones, a los metros cuadrados que sobran.
Vodka tónica en tazas de leche para las reuniones del círculo pensante, la cúpula del quinto quintil, la clase media media media alta, pero medio alta nomás, de la cual él es miembro honorario, socio fundador, caballero por juramento, donde, aunque no hablen de filosofía, se embriagan y por sus poros enrojecidos vuela la misoginia reprimida: Por qué son tan necesarias -como si lo dijera un camionero frente a un altar-. Crispados, maldicen a los poderes y a las policías, alabando con voz suave a los encapuchados. Su sueño es fumar opio y olvidar la palabra olvido. Olvidar, siempre olvidar. Las fechas, los himnos, las marchas, las canciones, los libros. Todo al olvido desde un departamento calefaccionado, pues desde otro lugar no se puede pensar tan bien.
El rosicler de la almohada, que es la única eternidad que él conoce, le cachetea. Levántase y anda. Ahí el asco del tufo a licor caro, el apego fantasmal a las matanzas olvidadas. Pero puta, cómo amar al proletariado, que para él, lo mismo que el chicle, se disfruta su sabor inicial y cuando lo pierde se hace inútil y hay que botarlo. Pero puta, igual quería un chicle para sacarse de las encías el sabor a brindis burgués, a la ebria blasfemia en francés, para recuperar esas caras de las que se olvidó.
Encarecidamente para recordar las caras olvidadas.
(Junio de 2007)
Cafés, universidades, iglesias, salones de pool, bancos. Donde empolle sus nalgas rectilíneas, le seguirá su sombra mal teñida.
Cuando sabía su edad, estudiaba y leía, siguiendo la pantalla bicolor y la senda del intelectual ingrávido, continuando la numerología natal, la historia oficial. Amigos, floreros y estatuas le rodearon desde el día en que empezó a tomar té y dejó de mascarse las uñas. Así se irguió, se le confundieron las caras y las medallas, se alimentó de yerbas, de fondos negros, de ideas paridas a la fuerza. Un par de veces se enamoró, eso se le nota en su forma de caminar, siempre con las manos en los bolsillos para no deambular entumiendo el reloj.
No sabe qué gusto escoger, entre los que eran suyos y los que dejaron de ser suyos. Olvidó la propiedad sin memorizar siquiera un verso en castellano, o habiendo adquirido en alguna Feria del Libro la amnesia de cada letra que destila cochambre criolla.
No sabe qué gusto escoger entre todas las vitrinas, si la capacidad desabrida de los autos vacíos o el ripio reggaetón y moreno, renglón de Lemebel; si los gatos y el tierno runrún de felpa (aromatizado con la fragancia del paraíso perdido) o el golpe machón de la Mujer Chilena ante cualquier desagravio del hombre umbilical.
Aún si no importara, porque parece no importarle, escupe, apátrida, las bandas presidenciales, los uniformes ajustados, los ismos del arte, del tiempo y la política, incluido el abismo, pero por más que se rasque la piel, ni las drogas lo separan de Bartok, del delicado reflejo real de Las Meninas, de la filia carnosa a los vientres de madera, a las refinadas colecciones, a los metros cuadrados que sobran.
Vodka tónica en tazas de leche para las reuniones del círculo pensante, la cúpula del quinto quintil, la clase media media media alta, pero medio alta nomás, de la cual él es miembro honorario, socio fundador, caballero por juramento, donde, aunque no hablen de filosofía, se embriagan y por sus poros enrojecidos vuela la misoginia reprimida: Por qué son tan necesarias -como si lo dijera un camionero frente a un altar-. Crispados, maldicen a los poderes y a las policías, alabando con voz suave a los encapuchados. Su sueño es fumar opio y olvidar la palabra olvido. Olvidar, siempre olvidar. Las fechas, los himnos, las marchas, las canciones, los libros. Todo al olvido desde un departamento calefaccionado, pues desde otro lugar no se puede pensar tan bien.
El rosicler de la almohada, que es la única eternidad que él conoce, le cachetea. Levántase y anda. Ahí el asco del tufo a licor caro, el apego fantasmal a las matanzas olvidadas. Pero puta, cómo amar al proletariado, que para él, lo mismo que el chicle, se disfruta su sabor inicial y cuando lo pierde se hace inútil y hay que botarlo. Pero puta, igual quería un chicle para sacarse de las encías el sabor a brindis burgués, a la ebria blasfemia en francés, para recuperar esas caras de las que se olvidó.
Encarecidamente para recordar las caras olvidadas.
(Junio de 2007)
domingo, 3 de junio de 2007
DE LAS HERIDAS Y EL HOMBRE
Cuáles heridas tienes tú. Cuántas soberbias.
Te orean las escamas con vientos coloniales
y al final respiras faciéndole caso al patrón.
Cuáles de aquellas heridas se han descosido,
se les ha ido el punto hasta perderse adentro
de la inmensa carne cañaveral tuya, herida.
Muchas se han repartido a lo largo y ancho
del cuerpo que usas, de las manos con que trabajas,
de tus sentidos satelitales, tangentes.
Las soldadoras y los matinales son tus burkas.
También dan el calorcito que hace respirar por la nariz,
y la boca cerrada sólo para comer recalentado.
Son malas las personas que te pueblan el derredor,
conversan con el diario igual que tú, los escolares
gritan y soplan el pito de los papeles de dulce.
Generalmente es de noche, todos lo sabemos.
Tú, patriarca llegas exhausto y hay que entender,
potestad de potestades los minutos en familia.
Después de contar hasta tres con la señora esposa,
aunque a veces es menos (el lactante es el que ama),
puedes rezar o recibir televisión del televisor.
Como ya no hay guateros blindados en toallas,
hay que quemarse los pies con agua bullendo
para despertar bien despierto al calendario.
Las uñas crecen para año nuevo y para el dieciocho.
A nosotros se nos secan las hojas de los cuadernos,
todas las palabras escritas se resquebrajan.
Las uñas te van a crecer aún mascadas y torturadas.
Saldrán de tus dedos agrícolas, nuevas y limpias,
otras uñas, siempre veces, naciéndose a sí mismas.
De las heridas y los látigos poco puedo clamar,
salvo nuestro estornudo del deseo en las autopistas
y las piedras que van a dar vuelta todas las tortillas.
(Junio de 2007)
Te orean las escamas con vientos coloniales
y al final respiras faciéndole caso al patrón.
Cuáles de aquellas heridas se han descosido,
se les ha ido el punto hasta perderse adentro
de la inmensa carne cañaveral tuya, herida.
Muchas se han repartido a lo largo y ancho
del cuerpo que usas, de las manos con que trabajas,
de tus sentidos satelitales, tangentes.
Las soldadoras y los matinales son tus burkas.
También dan el calorcito que hace respirar por la nariz,
y la boca cerrada sólo para comer recalentado.
Son malas las personas que te pueblan el derredor,
conversan con el diario igual que tú, los escolares
gritan y soplan el pito de los papeles de dulce.
Generalmente es de noche, todos lo sabemos.
Tú, patriarca llegas exhausto y hay que entender,
potestad de potestades los minutos en familia.
Después de contar hasta tres con la señora esposa,
aunque a veces es menos (el lactante es el que ama),
puedes rezar o recibir televisión del televisor.
Como ya no hay guateros blindados en toallas,
hay que quemarse los pies con agua bullendo
para despertar bien despierto al calendario.
Las uñas crecen para año nuevo y para el dieciocho.
A nosotros se nos secan las hojas de los cuadernos,
todas las palabras escritas se resquebrajan.
Las uñas te van a crecer aún mascadas y torturadas.
Saldrán de tus dedos agrícolas, nuevas y limpias,
otras uñas, siempre veces, naciéndose a sí mismas.
De las heridas y los látigos poco puedo clamar,
salvo nuestro estornudo del deseo en las autopistas
y las piedras que van a dar vuelta todas las tortillas.
(Junio de 2007)
jueves, 24 de mayo de 2007
NAZCO
¿Veis?... parece el abuelo del mundo con su bastón humilde y fatal.
(PABLO DE ROKHA)
Glicerina sobre tu ropa piel desnuda, desnuda como mentira o como una lágrima evaporándose, glicerina que de tu linfa salgo, que te sudo completa hasta dentro de las uñas, hasta en las cimas de los pelos. Glicerina SOY saliendo de ti, emanando de ti, mirando hacia arriba encima de tu piel desnuda, afuera soy, afuera de ti. Glicerina soy afuera de tu desnuda piel y hace frío se hielan los lápices mientras los vecinos lavan la loza con violencia. Glicerina me bautiza la luz dura la que salió antes que yo la primera, la danzarina tremenda y glicerina me llamo, parezco glicerina y poseo una mirada de glicerina. Glicerina te camino te piso te navego te construyo. Te construyo una capa que se pega a ti por fuera por toda tu piel todas tus entradas estáticas móviles ambulantes. Glicerina en calidad sin obstrucciones, empiezo a empezar me parto un poquito primero entero después me despedazo. Tus entradas cerradas. Me parto y me hago burbujas fermentadas con tu termómetro de mercurio, me partí y soy muchos. Muchas burbujas que se abren encima de tu ropa piel desnuda, soy muchas burbujas. Tijeras no hubo sólo estábamos tú y yo sobre tu piel desnuda y la luz jueza la luz ronca esa que salió antes que saliera yo fluido líquido fláccido que afuera te abrazó entera y se rompió como un elástico viejo. Ahora soy tantas burbujas abiertas sobre mí sobre ti bajo la luz que no tiene negro ni blanco, ahora soy burbujas abiertas, soy tantas burbujas abiertas que empiezan a hablar.
(Abril de 2007)
(PABLO DE ROKHA)
Glicerina sobre tu ropa piel desnuda, desnuda como mentira o como una lágrima evaporándose, glicerina que de tu linfa salgo, que te sudo completa hasta dentro de las uñas, hasta en las cimas de los pelos. Glicerina SOY saliendo de ti, emanando de ti, mirando hacia arriba encima de tu piel desnuda, afuera soy, afuera de ti. Glicerina soy afuera de tu desnuda piel y hace frío se hielan los lápices mientras los vecinos lavan la loza con violencia. Glicerina me bautiza la luz dura la que salió antes que yo la primera, la danzarina tremenda y glicerina me llamo, parezco glicerina y poseo una mirada de glicerina. Glicerina te camino te piso te navego te construyo. Te construyo una capa que se pega a ti por fuera por toda tu piel todas tus entradas estáticas móviles ambulantes. Glicerina en calidad sin obstrucciones, empiezo a empezar me parto un poquito primero entero después me despedazo. Tus entradas cerradas. Me parto y me hago burbujas fermentadas con tu termómetro de mercurio, me partí y soy muchos. Muchas burbujas que se abren encima de tu ropa piel desnuda, soy muchas burbujas. Tijeras no hubo sólo estábamos tú y yo sobre tu piel desnuda y la luz jueza la luz ronca esa que salió antes que saliera yo fluido líquido fláccido que afuera te abrazó entera y se rompió como un elástico viejo. Ahora soy tantas burbujas abiertas sobre mí sobre ti bajo la luz que no tiene negro ni blanco, ahora soy burbujas abiertas, soy tantas burbujas abiertas que empiezan a hablar.
(Abril de 2007)
martes, 15 de mayo de 2007
CAMINATA IMPERMEABLE
Intermitente salto entre pasos de cebra,
fuera de la moda casi a propósito,
busco caras conocidas, manzanas jugosas.
Veo escaleras en todas las esquinas,
son tan hondos los sombreros de los hombres
que me embriago de oscuridades familiares,
sin embargo nadie cabe dentro de los sombreros.
Siento fantasmas alrededor. Siento fantasmas.
Mi madre me dice que sólo creo sentirlos
porque no quiero estar solo, es sensata.
Mi madre me dice que me bañe, me despierta
y me sirve el desayuno. Es cotidiana.
A ella ya no le crecen las uñas hacia adentro,
ni manda a escribir memorandos sin fin.
Su cara no es reconocible afuera.
Aunque no lleva sombrero, tampoco saluda.
No hay nadie conocido en fin, nadie me saluda,
nadie saluda, por lo menos afuera de la casa,
los hombres ni siquiera se lavan los dientes.
Yo tampoco saludo a nadie pues no sé hacerlo.
A esta hora hay cambio de guardia en Palacio.
Venden bestias en el supermercado,
bestias venden vendas para la vista, bestiales.
Recuerdo que me enseñaron pocas cosas,
pero a saludar no. A bostezar sí,
pero a rezar no, a pelear no. Sí a dormir.
Me enseñaron sobre todo, la técnica
de vomitar adentro de la taza del baño.
Pero no sé ni tirar la cadena.
Por mientras, por mis partes, voy dando saltos
entre los cuadros rotos de la vereda,
buscando una cara conocida,
alguien que sepa, no digo saludarme,
al menos mirarme como si me saludara, fantasmal.
(Mayo de 2007)
fuera de la moda casi a propósito,
busco caras conocidas, manzanas jugosas.
Veo escaleras en todas las esquinas,
son tan hondos los sombreros de los hombres
que me embriago de oscuridades familiares,
sin embargo nadie cabe dentro de los sombreros.
Siento fantasmas alrededor. Siento fantasmas.
Mi madre me dice que sólo creo sentirlos
porque no quiero estar solo, es sensata.
Mi madre me dice que me bañe, me despierta
y me sirve el desayuno. Es cotidiana.
A ella ya no le crecen las uñas hacia adentro,
ni manda a escribir memorandos sin fin.
Su cara no es reconocible afuera.
Aunque no lleva sombrero, tampoco saluda.
No hay nadie conocido en fin, nadie me saluda,
nadie saluda, por lo menos afuera de la casa,
los hombres ni siquiera se lavan los dientes.
Yo tampoco saludo a nadie pues no sé hacerlo.
A esta hora hay cambio de guardia en Palacio.
Venden bestias en el supermercado,
bestias venden vendas para la vista, bestiales.
Recuerdo que me enseñaron pocas cosas,
pero a saludar no. A bostezar sí,
pero a rezar no, a pelear no. Sí a dormir.
Me enseñaron sobre todo, la técnica
de vomitar adentro de la taza del baño.
Pero no sé ni tirar la cadena.
Por mientras, por mis partes, voy dando saltos
entre los cuadros rotos de la vereda,
buscando una cara conocida,
alguien que sepa, no digo saludarme,
al menos mirarme como si me saludara, fantasmal.
(Mayo de 2007)
lunes, 7 de mayo de 2007
LOS DE LA ORILLA
Rompiendo espinas
con altos hachazos, duros, agrios,
descalzados, con puñetazos podridos
como un cerebro reseco en mitad de la pampa,
prendido a los ojos morbosos de los mundos
alrededor,
así avanzan, cuando pueden,
juntando las conchas de la arena, los vidrios rotos,
cambiando mares por nombres difuntos,
avanzan en su infancia junto a los ladridos,
extraviados al oriente de la cruz y de la mano
de las gallinas que nunca podrán poner un huevo.
(Febrero de 2007)
con altos hachazos, duros, agrios,
descalzados, con puñetazos podridos
como un cerebro reseco en mitad de la pampa,
prendido a los ojos morbosos de los mundos
alrededor,
así avanzan, cuando pueden,
juntando las conchas de la arena, los vidrios rotos,
cambiando mares por nombres difuntos,
avanzan en su infancia junto a los ladridos,
extraviados al oriente de la cruz y de la mano
de las gallinas que nunca podrán poner un huevo.
(Febrero de 2007)
lunes, 30 de abril de 2007
F(×)
Las ovejas trasquiladas con podadoras
de césped, sangrando los errores ajenos,
gritan mudas como la niña de kindergarten,
cuando el hermanastro de su madre le quema el anito
a golpes bruscos con su tula ebria.
Los violoncellos azul púrpura lloran
escondidos detrás del telón majestuoso,
vilipendiados por las manos embarradas
que los atropellan obligadas, a punta de velas.
El saquito de té dietético suelta sus sobras
de suero paupérrimo, cansado de ser
estrujado e incendiado con agua potable.
Una y otra vez, un día cualquiera, hoy,
ayer y la semana que viene, siempre así,
engranajes de la época despiadada,
los perdedores de todas las guerras,
los locos tristes, los sin empresa y sin cariño,
adormecidos nos tocamos, avergonzados
con la palabra atrapada en las amígdalas,
con la certeza de nuestra razón prohibida.
(Marzo de 2006)
de césped, sangrando los errores ajenos,
gritan mudas como la niña de kindergarten,
cuando el hermanastro de su madre le quema el anito
a golpes bruscos con su tula ebria.
Los violoncellos azul púrpura lloran
escondidos detrás del telón majestuoso,
vilipendiados por las manos embarradas
que los atropellan obligadas, a punta de velas.
El saquito de té dietético suelta sus sobras
de suero paupérrimo, cansado de ser
estrujado e incendiado con agua potable.
Una y otra vez, un día cualquiera, hoy,
ayer y la semana que viene, siempre así,
engranajes de la época despiadada,
los perdedores de todas las guerras,
los locos tristes, los sin empresa y sin cariño,
adormecidos nos tocamos, avergonzados
con la palabra atrapada en las amígdalas,
con la certeza de nuestra razón prohibida.
(Marzo de 2006)
sábado, 28 de abril de 2007
NOCTURNO
Sin arpegios, sin respiros, sin una gota de polen,
estás tú y estoy yo, y estamos todos los analfabetos del esperanto,
todos nos hemos quedado callados, siempre entre paréntesis,
hasta el viento tiene más fuerza, el viento trabaja desde hace cuánto tiempo,
desde hace cuánto tiempo el viento mueve los molinos,
levanta árboles y los bota, levanta el polvo y lo vuelve a botar.
Sin botones, sin chalecos, sin una palabra que decir estamos,
porque no sabemos hablar, somos hombre y somos mujer,
viejos todos, y recién nacidos estamos. Es amargo no tener toallas
y congelarse los ganglios al salir de la nieve, cuando salimos;
siempre de vez en cuando, siempre intentando renovar el sabor del vino,
siempre los que queremos hablar, tratamos de mirar al centro de los ojos,
yo quiero mirarte, eso quiero, poder hablar, hablarte, decir algo,
algo importante, no predicar ni lamentarme, sino levantar, como el viento,
levantarte a ti y después levantarme yo, para que cuando estemos todos de pie,
o incluso en el aire, podamos hablar y yo pueda decirte con los ojos cerrados
que te quiero bien hermana, que te aprecio tanto hermano,
que quiero ayunar una vez por semana para que otro pueda tener mis calcetines.
Pero entonces viene el viento, el otro viento, el que nos derriba,
y nos vuelve a dejar tirados en el suelo,
con las pupilas enrojecidas por los glóbulos reventados,
regando como aspersor las piedrecitas de arcilla con que se forman
las avalanchas fúnebres que cubrirán nuestros cuerpos y nuestra voz,
bajo el impenitente ocaso del viento padre.
(Abril de 2007)
estás tú y estoy yo, y estamos todos los analfabetos del esperanto,
todos nos hemos quedado callados, siempre entre paréntesis,
hasta el viento tiene más fuerza, el viento trabaja desde hace cuánto tiempo,
desde hace cuánto tiempo el viento mueve los molinos,
levanta árboles y los bota, levanta el polvo y lo vuelve a botar.
Sin botones, sin chalecos, sin una palabra que decir estamos,
porque no sabemos hablar, somos hombre y somos mujer,
viejos todos, y recién nacidos estamos. Es amargo no tener toallas
y congelarse los ganglios al salir de la nieve, cuando salimos;
siempre de vez en cuando, siempre intentando renovar el sabor del vino,
siempre los que queremos hablar, tratamos de mirar al centro de los ojos,
yo quiero mirarte, eso quiero, poder hablar, hablarte, decir algo,
algo importante, no predicar ni lamentarme, sino levantar, como el viento,
levantarte a ti y después levantarme yo, para que cuando estemos todos de pie,
o incluso en el aire, podamos hablar y yo pueda decirte con los ojos cerrados
que te quiero bien hermana, que te aprecio tanto hermano,
que quiero ayunar una vez por semana para que otro pueda tener mis calcetines.
Pero entonces viene el viento, el otro viento, el que nos derriba,
y nos vuelve a dejar tirados en el suelo,
con las pupilas enrojecidas por los glóbulos reventados,
regando como aspersor las piedrecitas de arcilla con que se forman
las avalanchas fúnebres que cubrirán nuestros cuerpos y nuestra voz,
bajo el impenitente ocaso del viento padre.
(Abril de 2007)
jueves, 26 de abril de 2007
SANTA MARÍA
Entremedio de las calles
ningún retorno es eterno
y desde ningún tiempo se puede regresar.
Entremedio de estas calles,
las mismas que, en suma son todas las calles,
no se pierde polvo alguno
porque en la desdicha cuadrada,
las hormigas y los niñitos
lamen el azúcar de todo el cemento,
incinerando acuosas sus mieles.
Entremedio de la gente,
de la misma que mastica sonriendo y fuma el tabaco,
ahí entremedio los llantos y las carcajadas, lejos
de los panes y de los peces,
se estrellan urbanizados,
implacables
encima de la gran espalda transpirada,
erguidos, sublimados, resignados,
se posan sobre el frío recto poder.
Como una ciudad, ella no tiene un rostro,
no tiene dos ojos, no una boca,
menos un tiempo agendado.
Se perdió en sus pasos y en sus tormentas,
se mezcló con los dulces parásitos de su estómago.
Hiedra madre, sin deriva y siempre abierta.
(Enero de 2007)
ningún retorno es eterno
y desde ningún tiempo se puede regresar.
Entremedio de estas calles,
las mismas que, en suma son todas las calles,
no se pierde polvo alguno
porque en la desdicha cuadrada,
las hormigas y los niñitos
lamen el azúcar de todo el cemento,
incinerando acuosas sus mieles.
Entremedio de la gente,
de la misma que mastica sonriendo y fuma el tabaco,
ahí entremedio los llantos y las carcajadas, lejos
de los panes y de los peces,
se estrellan urbanizados,
implacables
encima de la gran espalda transpirada,
erguidos, sublimados, resignados,
se posan sobre el frío recto poder.
Como una ciudad, ella no tiene un rostro,
no tiene dos ojos, no una boca,
menos un tiempo agendado.
Se perdió en sus pasos y en sus tormentas,
se mezcló con los dulces parásitos de su estómago.
Hiedra madre, sin deriva y siempre abierta.
(Enero de 2007)
domingo, 22 de abril de 2007
LA PARTIDA
Se desprende el óleo de la tela.
Diluido chorrea.
Yo desde lejos
lo miro
y nunca le alcanzo a decir adiós.
(Octubre de 2005)
Diluido chorrea.
Yo desde lejos
lo miro
y nunca le alcanzo a decir adiós.
(Octubre de 2005)
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